Comer sin culpa | Gaby Vargas

Comer sin culpa

Tu energía impregna todo lo que haces, hasta la comida que consumes o prepararas. ¿A qué me refiero?
Elsa es una mujer perfeccionista y exigente consigo misma. Disciplinada y ortodoxa, hace ejercicio a diario, no fuma y si acaso bebe, lo hace con moderación. En lo profesional, cualquier compañía desearía tener a una Elsa entre sus directores. Todo lo que ella supervisa funciona como la computadora de una torre de control aéreo.
Cuando salimos a algún restaurante, Elsa invariablemente ordena lo más sano de la carta, no come pan, no consume lácteos, tampoco postres ni refrescos. En fin, lo anterior podría sonar como la fórmula perfecta para estar muy sana.
Pero ¿qué pensarías si te dijera que Elsa es una mujer llena de achaques: ya sea que con frecuencia le den migrañas, se le caiga el pelo o se enferme del estómago? Su estilo de vida simplemente no cuadra con las expectativas y resultados que obtiene. ¿La razón? Olvida vivir. Tanta regla bloquea su capacidad de gozar.

Un factor importante que considerar al consumir alimentos es lo que piensas de ellos. El ejemplo de voluntad de personas como Elsa, representa para muchos el fantasma culposo que aparece en nuestra mente cada vez que decidimos darnos uno gusto culinario. Por el afán de perfección, bienestar y salud podemos caer en una obsesión y dejamos de saborear la vida.
La confusión, ansiedad o vergüenza que lo anterior puede causar, logra elevar las hormonas del estrés a niveles tan tóxicos como el peor de los pesticidas.
Por ejemplo, hace pocos años, los índices de obesidad en el país eran menores, comíamos menos y mejor. A lo que voy es que el placer ya no forma parte de nuestras decisiones a la hora de comer. Los dogmáticos nos llevan a ver la comida en términos de números y factores aislados, exclusivamente como una fuente de nutrición, en vez de verla como un ritual que une, que relaja y que trae placer y gozo a la vida diaria.
Si bien nos han inculcado que información es poder, no siempre es lo más relevante y en este caso resulta así. Mentalmente antes éramos más libres: comíamos sin culpa, sin saber sobre el conteo de calorías, el colesterol, el mercurio en los pescados, las grasas trans, el gluten, los químicos, el índice glicémico, los colorantes, el glutamato de sodio, los aditivos y demás, que hoy contienen muchos de los alimentos que ingerimos.

Por lo anterior, he optado por comer al estilo Oulipo. Te comparto:
El término Oulipo, se refiere a un Taller de Literatura Potencial, creado en Francia en 1960 por un grupo de escritores y matemáticos que buscaban una forma más libre de expresión. Ellos se dieron cuenta de que el exceso de reglas para escribir bien, para crear algo bello y trascender, los bloqueaba aun antes de empezar a escribir. En cualquier caso, las reglas deben ser las menos posibles y más básicas, para que realmente representen una guía y no una restricción a la libertad: “En el fondo me doy reglas para ser totalmente libre”, afirma George Perec.
Oulipo representa la búsqueda de formas, de estructuras nuevas para crear sin restricciones lo que al escritor le plazca. Aquí un hermoso ejemplo:

Tome una palabra, tome dos y póngalas a cocinar como dos huevos, tome un pedacito de sentido y un gran trozo de inocencia, póngalos a cocinar al fuego lento de la técnica, vierta la salsa enigmática, espolvoreada con algunas estrellas, eche pimienta y luego lárguese. ¿A dónde quiere llegar? ¿Realmente a escribir? ¿A escribir?
Raymond Queneau

¿A dónde quiero llegar con todo esto? A reaprender el enorme placer de comer sin culpa.

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