Pocos momentos tan gozos como cuando nos adentramos por completo en las páginas de un libro. Además de lo que la lectura deja se trata del estado interior al que conduce.
Por media hora, una hora o más, el entorno desaparece, incluido el tiempo, y nada te perturba. El crítico interior se detiene y el alma se libera.
Encarnamos la historia, conocemos a los personajes, los lugares, así como los sonidos, los aromas y los sabores que la imaginación torna reales.
Ese grado de absorción placentera recibe el nombre de “samadhi”. No sólo sucede con una buena lectura, también al estar presentes por completo en el trabajo, al practicar yoga o un deporte, al meditar, al cocinar, con un abrazo, al tocar un instrumento o caminar en la naturaleza. Estoy segura que sabes a qué me refiero.
“samadhi” es una palabra antigua del sánscrito de la cual no hay traducción. Apunta a algo que no se puede comprender con la mente, se tiene que experimentar. Sin embargo, en la medida en que la racionalidad ha ocupado el lugar central del pensamiento, ha disminuido la capacidad de reconocer y experimentar la sabiduría de muchas culturas antiguas.
Los conocedores se refieren al samadhi como una experiencia de éxtasis, libertad y conciencia plena. En él se logra percibir la identidad de tu alma como espíritu y como parte del universo entero, cada paso en él nos aleja
del sufrimiento.
La mente y el pensamiento son grandes herramientas en la vida, pero al mismo tiempo son como una estación de radio que habla sin descanso, no deja de juzgar y criticar; puede compararse con una prisión de la que no podemos sa
lir.
Entrar en un estado de samadhi equivale a despertar, a salir de la cárcel mental, del personaje que nos hemos construido en la comedia de la vida; significa experimentar el cielo en la Tierra.
samadhi se encuentra en el extremo opuesto de lo que la sociedad nos ha inculcado: valorar las apariencias, los objetos materiales, las jerarquías, las cuentas bancarias, el poder y demás cosas que nunca terminan de satisfacernos. Además, entre más alimentamos el deseo, más nos exige y el sufrimiento que ocasiona busca culpables.
¿A ti qué te hace entrar en el samadhi?
Estarás de acuerdo, querido lector, que nunca antes hemos tenido tanto acceso a la información como ahora y, al mismo tiempo, nunca hemos estado más limitados y hemos sido más ignorantes. Al vivir inmersos en el ir y venir de nuestra vida nos hemos olvidado para qué estamos aquí.
En la búsqueda del despertar, de manera inconsciente, perseguimos la respuesta en la acción: la consigna es no dejar de hacer y hacer. Nos aferramos a lo que nos proporciona placer inmediato o nos evita sufrir, sin entender el mecanismo por el cual creamos el sufrimiento.
Es por eso que te invito a buscar las maneras en que la vida te lleva a un estado de samadhi, porque en él se encuentra el llamado de la conciencia para desarrollarse a sí misma mediante lo que cada quien goza hacer.
Podemos tocar instantes de samadhi a través del silencio, la meditación, la naturaleza, la respiración, el arte, el trabajo, la pasión, la gratitud, el ejercicio o el amor, entre muchas otras opciones. Pero para llegar a ese tan anhelado estado se necesita invertir tiempo, esfuerzo y voluntad de explorar lo nuevo y osadía para soltar lo viejo.
Lo que es un hecho es que la única forma de experimentar el samadhi, la paz gozosa, es practicar y practicar aquello que sabemos nos llama.