¿Cómo nos afectan los sonidos? | Gaby Vargas

¿Cómo nos afectan los sonidos?

¡Acabo de conocer algo fascinante!: la cimática. ¿Sabes de ella? En lo personal nunca había escuchado nada sobre este campo científico, sin embargo, me parece asombroso lo que implica.
En términos sencillos, la cimática es una nueva ciencia que demuestra que las ondas invisibles del sonido se pueden hacer visibles a través de los materiales que forman. Estas ondas dibujan patrones preciosos idénticos a los que vemos en la naturaleza, por ejemplo, con cierta vibración de sonido se configura el esquema de las manchas de un leopardo, mientras con otra intensidad se crea el dibujo geométrico del caparazón de una tortuga, y lo mismo sucede con miles de patrones.
Resulta que en el siglo XVIII el físico alemán Ernst Chladni, conocido como el “padre de la acústica”, demostró con simples y sencillos experimentos visuales que el sonido afecta la materia. Un día tomó el arco de un violín y lo talló sobre el canto de una placa de metal cubierta con arena fina, de la misma forma en que tocaría las cuerdas de su instrumento. Para su sorpresa, la arena de inmediato se acomodó de una manera geométrica. Después repitió el experimento varias veces con vibraciones producidas por diferentes frecuencias y la arena se dibujó en diversas estructuras, todas ellas simétricas y muy estéticas.
A las formas se les conoce como las “figuras geométricas de Chladni”.

El sonido y las palabras
Algo que me pareció increíble es ver que el sonido místico que produce el mantra Om (Aum en sánscrito) –que en el hinduismo se considera sagrado y primordial por haber dado origen al universo al materializarlo con la vibración de la arena– se convierte en un mandala.

Un mandala es un diagrama simbólico redondo que vemos en el budismo o en el hinduismo representado en papel o en tela.

Lo que me asombra es ver que desde hace 2500 años dichas culturas ya sabían sobre los patrones que creaban las vibraciones del sonido Om.
Después, en los años sesenta, el científico y músico suizo Hans Jenny continuó con los experimentos de las vibraciones del sonido en diferentes texturas, frecuencias, superficies y materiales, y dio origen a la palabra cimática (del griego kyma, “onda”). Si puedes ver en Internet las figuras maravillosas que el sonido forma quedarás sorprendido.

Nuestras células responden al sonido
Mas mi interés principal radica en cómo las vibraciones del sonido afectan cada una de las moléculas que conforman nuestro cuerpo. ¿Qué sonido? Cualquiera: la música, el trino de los pájaros, el motor de un avión, las palabras que expresamos o que escuchamos, etcétera.
¿Si el sonido puede alterar las formas en el exterior, podrá alterar nuestro paisaje interior? Esa es la pregunta que ha dado origen a varios experimentos con el sonido como un medio de sanación.
Por lo pronto, podríamos poner en práctica y de inmediato las palabras que utilizamos al hablar. Si bien la programación neurolingüística nos ha advertido que las palabras tienen un peso, una energía, que son órdenes para nuestro cerebro, me parece que este conocimiento acaba de abonar puntos a esa teoría.
Las palabras tienen poder, un poder del cual no siempre somos conscientes. Cada vez que hacemos una declaración, el sonido se materializa y las palabras cobran vida. Los patrones internos que forman dependen del tipo de vibración que se emite a partir del lenguaje. Por ejemplo, al completar la frase "Yo soy…." privilegiada, torpe, sana, distraído, fuerte o lo que sea, sembramos la semilla de algo que terminará por alcanzarnos.
¿No es la cimática fascinante?

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