De la inexperiencia al primer lugar mundial | Gaby Vargas

De la inexperiencia al primer lugar mundial

Por quién me fui a enterar... La historia de Ramón Carlín es realmente fascinante, inspiradora y motivo de orgullo para los mexicanos. Supe de ella gracias a Enrique, un amigo español aficionado, como nosotros, al campo y al aire libre. Junto a él y a otros ocho amigos recorrimos a caballo la Sierra de Gredos, en la provincia de Ávila en España.
La ventaja de platicar mientras se está sobre el caballo y en la pradera es que la charla se puede prolongar el día entero sin prisas ni máscaras. La audiencia varía conforme un caballo se aleja y otros se acercan en el trayecto que dura alrededor de siete horas; es decir, por la variedad de oídos o de historias nunca te aburres.
—¿Sabéis la historia del mexicano que ganó una de las carreras de velero más difíciles que hay alrededor del mundo; sin ser profesional de la regata? —me preguntó Enrique.
—No, no la conozco —le contesté. Y entonces asombrado, comenzó a narrarla mientras el recorrido se hacía más corto y placentero. La comparto:

El Sayula II
Resulta que Ramón, preocupado porque su hijo Enrique –entonces adolescente–, quería casarse con una novia menor de edad, decidió enviarlo a Irlanda a estudiar, para distraerlo de su propósito.
En una de las visitas que su esposa y él le hicieron a su hijo, Enrique se enteró por el periódico de que pronto sería la primera gran carrera de veleros con tripulación completa, conocida entonces como la Whitbred Race. Se llevaría a cabo el 8 de septiembre de 1973. “Lo que me enganchó fue la aventura. Nadie sabía qué hacer. Era la primera vez que se iba alrededor del mundo con una tripulación completa y la competencia iba en serio”, explicó después.
A dicha carrera –hoy conocida como la Volvo Ocean Race– se inscribieron 17 de los mejores veleros del mundo con las tripulaciones más experimentadas. Se trataba de todo un acontecimiento y una novedad, muchos de sus navegantes eran los mejores de Europa o habían sido entrenados por la Marina Británica.
Ramón, un poblano de 50 años, se había iniciado por puro gusto en el deporte de vela en el puerto de Acapulco, apenas 24 meses atrás. Era un novato, no tenía tripulación ni velero propios, mucho menos del tipo que requería la carrera que iniciaría en Portsmouth, Inglaterra. Él era magnate de la venta de lavadoras y padre de diez hijos, que abandonó todo por emprender su aventura en el mar.

Vámonos alrededor del mundo
“¿Nos vamos a un viaje alrededor del mundo?”, le dijo Ramón a su adolescente, sin estar consciente de que su “aventura” se trataría de una carrera que desafiaría la muerte ni de que navegarían por los mares más inhóspitos, traicioneros y helados del planeta durante siete meses.
“¡Claro, por supuesto!”, le contestó el hijo. Entonces Ramón consultó con sus amigos los detalles de la compra de un velero para dar la vuelta al mundo. Se hizo de un yate Swan finlandés de fibra de vidrio, de 65 pies, “del montón”, como lo calificaron los ingleses. Improvisó una tripulación –que incluía a Paquita su mujer como cocinera– que no tuvo tiempo para entrenar.
Los periódicos ingleses se burlaban del competidor mexicano y de su maltrecha tripulación. En uno de ellos, los caricaturizaron como un puñado de marineros perezosos con sombreros de charro, que bebían botellas de tequila en un bote con velas viejas y parchadas.
Carlín bautizó a su embarcación como el Sayula II, en honor a la ciudad del estado de Jalisco, donde nació su esposa. Durante la difícil carrera en la que sólo llegaron a la meta 14 embarcaciones y tres marineros fallecieron, una ola golpeó al Sayula II tan fuerte que provocó que se volteara y toda la tripulación cayera al mar. Por fortuna todos estaban enganchados con arneses de seguridad. No sólo pudieron regresar y sobrevivir, sino que aventajaron por dos días en velocidad al segundo lugar.

¿Qué los hizo ganar?
De acuerdo con la historia de la competencia publicada en sitio web de la carrera y con los testimonios de los tripulantes, la razón de su victoria fue el gran entusiasmo y liderazgo de Ramón Carlín, que trabajaba al parejo que su tripulación, incluso en tareas rudimentarias. Mantenía la calma en momentos difíciles, sabía delegar, se preocupaba por darles lo mejor a sus tripulantes tanto en alimentos como en bebidas y en comodidades. “En verdad era el capitán perfecto”, comentó uno de ellos.
Esa tarde, al llegar a nuestro hostal de Gredos, decidí que ésa era una gran historia que tenía que ser conocida por más personas como tú, querido lector. Espero la hayas disfrutado tanto como yo lo hice al escucharla en voz de un español.

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