Vas al volante en la carretera y manejas tranquilamente. De pronto escuchas un ruido que viene del motor. El sentido común te hace detenerte, abrir el cofre para ver el origen y la causa. ¿Cierto? Lo que no haces, es acelerarle y subirle al radio para no escucharlo. Entonces ¿por qué lo hacemos con nuestro cuerpo?
Como un gran instrumento de navegación, el cuerpo tiene un lenguaje propio, una manera de expresar su sabiduría. Por ejemplo en el día a día, sentimos que nuestras entrañas nos avisan un “estoy molesto”, sin embargo la mente nos dice, “ignóralo”. Y ¿a quién le hacemos caso?
Desconocer las maneras en que el cuerpo se expresa, a causa de las prisas, el estrés, los estímulos auditivos y visuales, han hecho desconectarnos de nosotros mismos y del lenguaje del cuerpo –que suele ser muy sutil al principio y va subiendo de tono hasta sentirse escuchado.
Te invito a reconocer sus códigos, para transitar de manera más sana por la vida.
¿Cuáles son esos códigos?
Cierra los ojos. Respira hondo y por diez segundos, te invito a poner atención a tu cuerpo. Toma una fotografía mental de las tres zonas que más información comunican:
Zona 1) La espalda alta, el cuello y los hombros; Zona 2) La garganta y el pecho; Zona 3) El estomago y el abdomen.
Estas zonas nos hablan a través de sensaciones clave. ¿Qué sientes en cada una? ¿Se encuentran relajadas o tensas? ¿Abiertas o contraídas? ¿Es un efecto agradable o incómodo? Es importante recordar que el cuerpo posee una gran sabiduría. Y es muy útil decodificar el sistema interno de señales que viene del sistema nervioso y que se formó hace millones de años y no de la mente.
¿Qué nos dicen?
Si alguna de las partes del recorrido mental la sientes incómoda, tensa, o presionada, es señal de que habría que ver más de cerca algún asunto que no le has puesto la suficiente atención. Si por el contrario, en todo el cuerpo notas una sensación de armonía, de apertura y relajamiento, es señal de que así te sientes con tu vida y con el mundo.
El dolor no es el enemigo. Cuando se manifiesta en alguna parte del cuerpo, no lo deberíamos de considerar “el problema”. El dolor tiene la maravillosa misión de ser sólo un mensajero; una vía de información para dirigirnos al verdadero origen, a la causa de algún problema. Si lo escuchamos con atención, nos habla de cuáles son nuestros límites, nuestras fronteras en todos sentidos: psicológico, físico y mental, así como la mejor manera de cuidarnos, antes de terminar en el hospital.
Lo irónico es que lo primero que hacemos es tratar de evitar el dolor por todos los medios y, en esa tarea cortamos al mensajero cuyo servicio es indicarnos en dónde hemos perdido el rumbo. Y así generamos más dolor.
A la vida le encanta mandarnos exámenes sorpresa para provocar nuestro crecimiento y desarrollo personal. Y cuando a la primera no reaccionamos, nos vuelve a formar hasta que comprendamos aquello que tenemos que cambiar en nuestras vidas.
El mapa
La zona uno Cuando el dolor o la tensión se presenta en la espalda alta, la mandíbula y el cuello, suele ser porque sientes enojo. El enojo por una injusticia, por un desamor, el hecho que alguien transgreda tu espacio físico o moral. El cuello representa nuestra flexibilidad ante diversas situaciones. Piensa ¿cuántas personas viven con dolor de cabeza o de espalda crónico? Enojo reprimido.
La zona dos Cuando las molestias o alguna opresión se presentan en la zona de la garganta o el pecho, se relacionan con tristeza. Lo que dispara la tristeza es la pérdida. La contracción puede variar desde una leve sensación cuando hieren tus sentimientos a un nudo en la garganta que aprieta, cuando estas frente a una gran pérdida. Puede ser una pérdida fuerte como la de un amigo; sentir que pierdes el respeto de alguien; o bien, una oportunidad que se fue, la aprobación de un proyecto, y demás.
La zona tres Aquí es donde el miedo se expresa. Las sensaciones agitadas e incómodas en el estomago te avisan quizá de una amenaza, de algo que te provoca temor. Estas sensaciones de acuerdo a los expertos, pueden ser desde un ligero mariposeo, hasta un bloque de hielo que paraliza. Los miedos pueden ser de tipo físico, psicológico, miedos tienen que ver con la crítica, la humillación, la pena y el rechazo.
Te invito a detenerte unos segundos en el día, para escuchar lo que el cuerpo te expresa. Hónralo. En lugar de jugar a las vencidas entre un “estoy enojado” del cuerpo y un “cállate” de la mente; deténte y revisa ¿qué siento? y sobre todo…¿por qué lo siento? En el momento en que lo haces, como un niño, se calma y así, comienza la claridad, el alivio y la paz.