La diferencia entre estar y ESTAR | Gaby Vargas

La diferencia entre estar y ESTAR

Todos hemos tenido esos momentos en los que estas pero no estas, sin importar si te encuentras frente al mar de vacaciones o frente a tu computadora en la oficina. La mente vuela con la facilidad del aire.

Vivimos en una época en la que a través del celular podemos ver lo inimaginable, incluso el video de los primeros treinta segundos de vida de tu sobrino que acaba de nacer en alguna ciudad lejana. ¡Es una maravilla! Pero ¿qué pasa con los otros momentos, los del día a día? Cuando tu hijo te platica de su partido de fútbol en el colegio; cuando tu pareja desea sentirse escuchada al compartir el día difícil que tuvo. Tú ¿dónde estás?

Nuestras relaciones más importantes –familia, amigos y colegas suelen competir con nuestra adicción a sentirnos ocupados; y por lo general…la adicción gana.

Hagamos un ejercicio

“Hagamos un ejercicio –nos dijo el maestro a los alumnos de clase. La mitad de ustedes haga favor de salir del salón mientras les doy las instrucciones al resto de los que permanecerán aquí. Y continuó –Cuando sus compañeros regresen, quiero que les compartan una historia importante, significativa en su vida. Lo harán en tres partes: un minuto de introducción, después un minuto en el que contarán lo más relevante y por último cerrarán con un minuto de lo que esa experiencia les dejó en su vida”.  

Posteriormente, el maestro salió a instruir a la otra mitad de alumnos sobre su tarea que constaría en regresar al salón y sentarse frente a algún compañero elegido al azar, lo escucharían durante el primer minuto de su narración sin expresión en la cara, totalmente indiferente al relato. Durante el segundo minuto tomarían su celular y se distraerían con cualquier cosa; el caso era hacer sentir ignorado por completo al otro. Y ya en los últimos sesenta segundos, deberían escuchar con toda atención al compañero.

Al término del ejercicio, todos los participantes expresamos nuestro sentir: Sufrimiento total, sensación de abandono, de sentirse poco interesante, de inseguridad absoluta, de rechazo total y demás.

Paola, una compañera casada,  madre de cuatro hijos, que trabaja y lleva una casa, le tocó ser del equipo de las ignoradas. “El ejercicio me marcó por completo; me hizo ver la cantidad de veces que yo les he hecho esto a mis hijos y a mi marido. Suelo atender tantas cosas en el momento mientras alguno de mis hijos me habla –en especial el celular,  que finjo hacerles caso, “Si, si, dime te escucho…” les digo con la mirada en la pantalla. Estoy segura de que se sienten tan mal como yo me acabo de sentir en este momento, ¡qué horror!”.

El maestro bordó sobre las sensaciones tan negativas que tuvimos, pero agregó algo que me pareció muy importante: “La mayoría de las infidelidades no se dan por buscar sexo como tal, se dan porque hay una necesidad de vincularse, de sentirse escuchado, importante para el otro”. A todos nos dejó pensando y salimos con la firme decisión de ESTAR para el otro cuando nos narre algo, por más sencillo que esto sea.

¿Cuánto tiempo pasamos conectados a los electrónicos?

Hoy en día, los estudios realizados como el de University of Southern California en 2013, nos muestran que una persona promedio consume la asombrosa cantidad de alrededor de unas 13 horas de electrónicos al día. ¡Es muchísimo! En especial la generación de los llamados millenials  y los muy jóvenes.

Curiosamente –al mismo tiempo, hay una búsqueda interior, de espiritualidad, una conciencia que crece y se refleja en el interés de practicar yoga, meditación, thai-chi y alternativas similares, de las cuales cada día escuchamos y hay más oferta. Hace treinta años, nadie hablaba de estos temas. Claro, antes salían de la oficina en la tarde noche y se iban a casa a descansar, a desconectarse por completo, tanto de mente como de cuerpo. En cambio hoy tenemos los dispositivos que nos siguen las 24 horas del día por el mundo entero, sin tregua alguna.

Ese término que hemos llamado “multitasking” o realizar mil cosas a la vez, lo hemos convertido en un tema de orgullo y como parte de nuestra cultura. ¿El costo? Niveles más altos de estrés, frustración, esfuerzo mental, problemas en las relaciones, sensación de que el tiempo no alcanza y de sobre carga mental. Sin embargo, muchos de nosotros sentimos que la sobre estimulación nos hace sentir útiles e importantes. ¿Ridículo? Si, estamos adictos a ella.

Mindfullness: la solución

Jon Kabat-Zinn quien acuñó dicho término nos dice que “…se trata de poner atención total a lo que haces: a propósito, en el momento presente y sin juzgar”. Si bien las raíces de la meditación como la de la atención consciente tienen siglos de existir en la mayoría de las religiones, lo que Kabat-Zinn propone en una vida tan activa como la actual, es imitar a los monjes budistas: “Cuando rezo, rezo; cuando como, como; y cuando trabajo, trabajo”. Es decir, hacer sólo una cosa a la vez, con atención.

Te propongo ponerlo en práctica, en especial cada vez que un miembro de tu familia, un amigo o un colega se acerque a charlar contigo de todo y de nada. Suelta el celular y ponle los reflectores del mundo con tu cuerpo, con tu alma y con tu mente. Verás con agrado los resultados.

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