Metas del alma | Gaby Vargas

Metas del alma

Esa mañana de diciembre en Mérida, amanecí desarmonizada. La noche anterior había tenido una discusión con una de mis hijas, por lo que estoy convencida de que yo misma me provoqué la caída. Bastó un resbalón al bajar las escaleras, para lastimarme un ligamento de la rodilla –nada serio, pero el doctor me avisó que tardaría seis semanas en reponerme–, razón por la que he tenido una órtesis por el día y una fija durante la noche durante un mes; una chulada.

De la misma manera, considero que nada sucede por casualidad; la vida nos manda el tipo de lecciones que necesitamos para nuestro desarrollo. ¡Ah, pero qué trabajo cuesta eso de ser mejor persona!
Debido a lo que sucedió y a lo que pensé a partir de ello, creo que la vida se ha propuesto que este año mis metas no sean las acostumbradas, centradas en el cuerpo, como bajar de peso o estar en forma; ni en mi entorno, como ser más ordenada o disciplinada; como tampoco en alcanzar un objetivo profesional, que me haga creer que por cumplirlo soy una persona más valiosa. No, no va por ahí.

Entiendo que la función del alma en la tierra no tiene nada que ver con nuestra carrera profesional y mucho menos con el físico. Sin embargo, desde que tengo memoria, esas metas han sido el objetivo de la carrera interminable de mi ego, por ellas he trabajado mucho y he fallado otro tanto. Aunado a esto, a la ecuación anterior hay que sumar cómo me siento por dentro, conmigo misma, en mi ser.

El ego siempre susurra al oído que quiere más y más, su mecanismo es como querer subir una montaña por el desafío que implica alcanzar la cumbre, sólo que al lograrlo, en lugar de felicitarnos y disfrutar la vista, de inmediato nos hace dirigir nuestra atención hacia otra cima que, por supuesto, aparenta ser más difícil y por ello, es más prometedora.
En esa trampa he caído un sinfín de veces. Es por eso que una de las metas que la vida me plantea con insistencia este año, y ahora sin oportunidad de objetar, es una meta del alma: la paciencia. Sí, la vida ha dispuesto éste año, enviarme varios retos para ejercer y cultivar la paciencia, de la cual, debo confesar, tengo muy poca en general, tanto conmigo misma como con los demás.

La vida ha sido muy clara en mostrarme su intención por varios caminos y en pocos días; me ha puesto a los maestros necesarios para hacerme ver que me falta mucho por desarrollar en este terreno, tales como: las personas con las que me cuesta trabajo ser paciente, aceptar cuando las cosas que no salen como las planeo, las soluciones que están fuera de mi alcance, o bien, ser paciente con la dependienta que se tarda en atenderme y ni hablar de la vendedora que llama a mi celular en domingo y la quiero ahorcar.
Así mismo, otra de dichas señales me la da la rodilla: después de un mes de ponerme hielo religiosamente, de no usar tacones, de llevar la dichosa órtesis todos los días, la molestia sigue exactamente igual que el primer día. Si bien no le hago caso y no me quejo, ¡tampoco he avanzado nada!

Paciencia, paciencia… Dicen que los sentimientos son el lenguaje del alma; y que si quieres saber la verdad acerca de ti mismo, observes lo que sientes. Bueno, pues me siento desesperada. Pero como conforme crees algo, lo creas; y si sólo usas la información de tu pasado y no la creatividad del alma, permaneces estancado. Por lo que me propongo creer que soy una persona paciente y como tal me visualizo.
Además, para lograr ésta meta, sé que requiero doblar las manos, rendirme, respirar, inhalar, exhalar y tratar de ser una buena alumna…claro, hasta que la paciencia aguante.

Artículos relacionados

¿Qué música transmites? MENTE 28 junio, 2020
El placer y la seducción (II) MENTE 7 junio, 2020
El placer y la seducción (I) MENTE 31 mayo, 2020