Un señor que paseaba por el campus de la Universidad de Harvard se detuvo ante un estudiante para preguntarle cómo llegar a un sitio determinado. Mientras el joven le daba las indicaciones, dos trabajadores se atravesaron entre ellos cargando una puerta. Entonces sucedió algo extraño: el hombre que originalmente había hecho la pregunta cambió de lugar con uno de los cargadores. El estudiante continuó con las indicaciones sin percatarse de que la persona a la que se dirigía era totalmente diferente: más alta, de mayor de edad, con diferente ropa y diferente voz. Tú, ¿lo hubieras notado?
Lo que arrojó el experimento que realizaron Simons y Levin, publicado en Psychonomic Bulletin and Review en 1998, fue que más de la mitad de los que participaron en él continuaron dando las instrucciones, sin advertir en absoluto que la persona a la que se dirigían era otra.
En psicología a este fenómeno de la percepción se le denomina “ceguera por falta de atención” y comprueba que la atención es un recurso limitado; actúa como un sistema de filtros que sólo permite que cierta cantidad de información llegue a la conciencia. Imagina que tú y yo somos los binoculares del universo y únicamente nos enfocamos en aquello que decidimos ver, como si el resto no existiera.
La ciencia nos dice que el cerebro recibe 400 mil millones de bits de información por segundo aproximadamente. Al ser imposible procesarlos todos de manera consciente, la atención se vuelve muy selectiva, por lo que sólo somos conscientes de dos mil bits. Y es entorno a esos dos mil bits que el poder de nuestra atención construye nuestra vida. La programación la decidimos nosotros. Ésa es nuestra verdadera inversión.
¿Qué implicaciones tiene esto en nuestra vida?
¿Te has percatado en qué te fijas o en qué pones tu atención? En lo cotidiano, ¿qué es lo que tu mente suele resaltar: lo imperfecto, el deterioro, las carencias, o bien, lo bueno, la abundancia o la belleza? ¿Acaso seremos como los niños que sólo prestan atención al juguete que el hermano les quita, porque de otra manera ni caso le hacen?
Partamos del hecho de que todo aquello en lo que fijamos la atención crece, como si a través de dichos binoculares se nos regresara amplificado todo los que favorecemos con nuestro interés: un hábito, un achaque, un negocio, una relación o lo que sea. Entonces podemos comprender que en nuestra vida nada cambia hasta que cambiamos.
Finalmente, nuestra experiencia se impregna y se colorea de todo a lo que de manera consciente decidimos dar vida.
La física cuántica nos dice que lo que nos rodea se considera tanto partícula como onda. Eso significa que todo existe sólo en potencia. En el momento en que le damos atención a ese algo, colapsamos la onda de posibilidades y lo convertimos en algo más real, lo convertimos en partícula.
Por otro lado, nuestros ojos parpadean cerca de 25 veces por minuto. Pues bien, de la misma manera en que un cuadro de ilusión óptica nos reta a ver la imagen que en un principio nuestro cerebro no capta, la vida nos da en cada minuto 25 oportunidades de ver las cosas de manera diferente.
Pero te pido que no me creas, sino que hagas la prueba y compruebes por ti mismo lo eficientes que son los binoculares del universo para darle vida y fuerza a todo aquello a lo que eliges ponerle atención.