Al regreso de las vacaciones todos buscamos perder peso. Hoy te comparto un sistema sencillo, novedoso y muy efectivo para lograrlo.
Antes, habría que considerar cuan difícil es cambiar de una creencia a otra. Si bien no me refiero a una creencia religiosa, el convencernos sobre ciertas costumbres adquiridas en el tema de la nutrición, también puede crear fundamentalistas. Debo confesar que he sido una de ellos y algunos de mis familiares y amigos lo han padecido. Más los descubrimientos nos obligan a ser más flexibles y a abrirnos a las nuevas propuestas.
Siempre me pareció un misterio constatar como Eduardo, un querido amigo de cincuenta y tantos años, se conserva tan bien, en forma y delgado a pesar de que nunca desayuna. “No me gusta, no me entra y ya estoy acostumbrado”, siempre ha sido su respuesta.
Pues ahora con dichos descubrimientos sobre nutrición, comienzo a entender por qué Eduardo tiene la energía para ser un maratonista y un deportista entusiasta y se ve más joven que su edad real.
Resulta que él hace –sin saberlo, lo que ahora descubren como una gran forma de estimular la longevidad, limpiar el organismo de toxinas, mantener un peso corporal saludable, agudizar la mente, fortalecer el sistema inmunológico y bajar la presión sanguínea, entre otros tantos beneficios que se conoce como: “ayuno intermitente”.
Este sistema no tiene que ver con una dieta o con un conteo de calorías; sino con un estilo de vida que consiste en dejar de consumir alimentos en un lapso entre 10 a 16 horas. Por ejemplo, desayunar a las 8:00 a.m. y comer a las 2.30 para no volver a consumir nada --excepto agua, hasta el desayuno del día siguiente.
Sólo hay una ventana de ocho horas durante el día, en la que hay que consumir proteínas saludables, un mínimo de carbohidratos como pan y pastas, agregar grasas sanas como aguacate, mantequilla, huevos, aceite de oliva y frutos secos. Es todo.
Esto se debe a que el cuerpo necesita alrededor de seis a ocho horas para metabolizar las reservas de glucógeno, antes de que cambie a la quema de grasa.
Es así que si ingerimos alimento cada siete u ocho horas, reponemos el glucógeno, lo que vuelve más difícil que el cuerpo vaya al almacén a sacar y quemar la grasa a manera de combustible. Además, una vez que el cuerpo hace este cambio, los antojos por dulces o comida chatarra desaparecen por completo.
Brad Pilon, nutriólogo investigador y autor del libro Eat Stop Eat, narra que a pesar de la creciente evidencia de los beneficios del ayuno intermitente, muchos profesionales de salud se niegan a recetarlo a sus pacientes.
De acuerdo con el doctor Mercola en la investigación presentada en las sesiones científicas anuales del American College of Cardiology en Nueva Orleans en 2011, se mostró que el ayuno intermitente provocó un aumento de 1,300 por ciento de la hormona de crecimiento humano (HGH) en las mujeres y un asombroso 2,000 por ciento en los hombres.
Mark Mattson, científico experimentado del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, en Estados Unidos ha investigado los beneficios de salud de este sistema. Según Mattson, hay una considerable similitud entre cómo las células responden al estrés del ejercicio y cómo las células responden al ayuno intermitente.
Es decir, durante el período de ayuno, las células están bajo un estrés leve y responden a la tensión adaptativa al mejorar su capacidad para enfrentar el estrés y tal vez, para resistir enfermedades.
Si, se trata de cambiar de una creencia a otra, pero tal vez te resulte para bajar de peso.