“¿Cómo, eso es ridículo!”, seguramente habríamos exclamado al escuchar una propuesta como esa para tener una mejor sociedad. Hace apenas unos años la idea hubiera sido descartada de inmediato; sin embargo, no es coincidencia que en sólo una semana, la oyera en boca de tres diferentes expertos en el tema.
La neurociencia nos demuestra que el proyecto de tres diferentes expertos es la solución a muchos de los problemas que vivimos hoy en el país y en el mundo entero. La primera vez que escuché este planteamiento fue en voz del psicólogo e investigador Paul Bloom, de la Universidad de Yale, en La Ciudad de las Ideas; la segunda, vino del doctor Richard Davidson, neurocientífico de Harvard en el Palacio Legislativo de San Lázaro; y, la tercera, del psicólogo y profesor de creación literaria Ricardo Chávez.
Se trata de lo siguiente: desarrollar la empatía y la compasión activa a través de técnicas de meditación, de altruismo, de perdón, de la atención consciente (mindfullness) que modifican nuestro cerebro y nos hacen más capaces de cultivar nuestro bienestar, independientemente de factores externos. Si bien los adultos podemos cambiar, el énfasis se pone en entrenar mentalmente a los niños y jóvenes como parte de su educación escolar. ¿No es maravilloso?
En lo personal, pienso que todas estas “materias” serían mucho más útiles para el éxito en la vida de nuestros hijos que aprenderse datos duros o bien conocer el sistema invertebrado de las lombrices.
Por otro lado, el doctor Bloom presentó el siguiente experimento que repitió varias veces: mientras un bebé de menos de dos años juega con una joven en el cuarto de experimentos, la cámara se enfoca en la reacción del niño al ver a un adulto que entra cargando una pila de libros que sostiene entre las dos manos. Vemos que el bebé observa al señor, que una y otra vez intenta abrir, sin éxito, el armario con el pie para acomodar sus libros. Al verlo, el niño de inmediato suelta su juguete y se dirige hacia el mueble para ayudarle. Cabe aclarar que las jaladeras estaban al alcance del bebé, y que el señor que hizo esta prueba es Paul Bloom, autor del libro Just Babies: The Origins of Good and Evil.
Por su parte, el profesor Chávez propone darle más importancia a la literatura, como una herramienta para desarrollar la empatía en los niños. Esto mediante la lectura de cuentos e historias que los hagan salirse de sí mismos y meterse en los personajes, para así entender al otro y al mundo de otra manera.
Los seres humanos venimos al mundo con una tendencia natural altruista, afirma Davidson. Si a un niño le das a escoger entre el bien y el mal, escogerá el bien; además, siempre que surge la empatía, la violencia disminuye. Si los adultos apoyamos esta iniciativa y cultivamos en ellos esas semillas, en un futuro la sociedad cosechará los resultados. A este tipo de enseñanza se le llama “aprendizaje socioemocional”.
Partamos de que el deseo más elemental del ser humano es sentirse validado, amado y reconocido. Mediante el desarrollo de dichas habilidades y emociones positivas, la agresividad provocada por frustración y el bullying disminuirían; igualmente lo haría el índice de adicciones entre jóvenes, causadas por no sentirse vistos, comprendidos o por callar un dolor. Esta propuesta pretende enseñarlos a estar en contacto con su cuerpo, sus emociones y su interior para que se conozcan, se acepten y descubran que su ser ya es perfecto tal y como es.
Lo anterior, sin duda, cambia la mente y, de mente en mente, se cambia el mundo.