“Vámonos por la cañada”, me dijo Pablo, mi esposo, ese domingo en la mañana que fuimos a andar en bicicleta en el campo. De inmediato sentí el miedo que me había ocasionado hacer ese recorrido hace un año, cuando intenté bajarla sola. Pendientes, lodo, piedras, raíces de árboles que atraviesan el angosto camino, en el que tienes de un lado la montaña y del otro el precipicio.
Pablo me convenció después de que le expresé mi sentir. "Ni modo –me dije–, a ver qué sucede." Si bien nos encontramos con todos los obstáculos anteriores, para mi sorpresa bajé la cañada con mucha más facilidad que antes. Pienso que por una parte fue la compañía de Pablo, que me dio seguridad, y, por otra, quizá la experiencia de transitar por caminos similares –aunque no tan difíciles–, casi todos los fines de semana, en los que practico lo que más me gusta: andar en bici en compañía de mis perros.
La resiliencia es simplemente acondicionar al cuerpo con pequeños retos, para fortalecernos ante los que son mayores. Me refiero a esos retos que nos generan estrés, que cuando no los sabemos manejar pueden deteriorar nuestras relaciones, además de abrir la puerta a una infinidad de enfermedades.
Algo esencial para vivir
A diario estamos sujetos a varios tipos de estrés, físico, emocional, mental y espiritual. Además, la adversidad varía y nos reta de diferentes maneras, por eso es importante cultivar la habilidad de recuperarnos de ella. No se trata de insensibilizarnos, de reprimir las emociones ni de fingir que en nuestra vida todo está bien. La resiliencia es una capacidad para sanar y avanzar, para tener una mejor calidad de vida y, en especial, buena salud.
Partamos de la base de que el estrés no es el enemigo, es algo inherente en el ser humano, es esencial para crecer y nunca se va a ir. Gracias a él, nuestro cuerpo puede adaptarse y generar una serie de cambios internos cuando algo amenaza nuestra sobrevivencia.
El estrés se vuelve nocivo cuando a diario sometemos al cuerpo a él, al ser muy exigentes con nosotros mismos las pequeñeces nos irritan, nos volvemos perfeccionistas o solemos interiorizar la ansiedad; los efectos de todo esto en el organismo son más dañinos para la salud que los grandes enojos de los que nos podemos reponer más fácilmente.
La clave está en aprender a usar el estrés a nuestro favor, a manipularlo y a dominarlo.
¿Cómo se mide el nivel de estrés?
Hoy en día hay varios métodos para medir el estrés, tales como: a) prueba de saliva que mide los niveles de cortisol, b) pruebas de respiración, c) las señales que nos da el cuerpo y que reclaman una vida más tranquila y d) la Variabilidad de Ritmo Cardiaco (vrc).
La vrc refleja la distancia y el tiempo que hay entre un latido y otro en nuestro corazón. Antes se pensaba que un corazón sano era el que latía de manera pareja; hoy se sabe que es todo lo contrario. Una buena variabilidad, es decir, diferentes picos y distancias entre latido y latido –lo cual sucede mientras dormimos, hacemos ejercicio, manejamos o leemos este artículo–, es señal de una mejor salud cardiaca y mayor adaptabilidad en situaciones de estrés. Si está parejo, no es sano.
Con la edad, la vrc baja, digamos que se vuelve menos “elástica”, razón por la cual un deportista a cierta edad deja de tener el mismo rendimiento. Los médicos monitorean ese indicador para prevenir enfermedades, en especial las relacionadas con el corazón, así como para medir el desempeño en los atletas. Cuando tienes una buena vrc, tienes una mayor resiliencia o capacidad de recuperarte y adaptarte a situaciones de estrés.
Hay un antiquísimo método para mejorar notablemente nuestra vrc, es muy poderoso y tiene cerca de 2500 años de antigüedad, los yoguis, los monjes zen, los meditadores experimentados, los swamis o maestros espirituales lo utilizan: la respiración.
Durante una serie de estudios, los científicos monitorearon con biomarcadores a personas con disciplinas como las mencionadas, todos ellos llevaban la respiración a un ritmo tranquilo y lento para estar más calmados, centrados y resilientes. Esto los ha llevado a tener sistemas cardiovasculares notables. Por ejemplo, la altura no les afecta, nunca tienen presión alta y se adaptan fácilmente a cualquier medio y circunstancia.
Cuando la gente común y corriente practica la respiración tres veces al día por unos minutos, como antídoto a diferentes tipos de estrés, después de cinco semanas se presenta una mejora en su vrc de cerca de 35 por ciento. ¿Qué significa esto? Mejor salud, más longevidad, mayor claridad mental y resiliencia ante los retos diarios que la vida nos presenta.
Te invito a practicar la respiración pausada, profunda y lenta. ¿Está fácil, no?