Hay noticias que duelen y encogen el alma; noticias que quisiéramos no haber escuchado nunca. No por pretender que el problema no existe, sino precisamente porque lo hace. Tal es el caso del problema de bullying que vivimos y que cada día es más severo en nuestro país.
Duele el alma saber que México tiene el vergonzoso primer lugar en bullying entre los países del mundo (según información de la ocde). Asimismo, se reporta que en nuestro país ha habido más de ¡cinco mil muertes por bullying en los últimos años!
Si bien este tema existe y ha existido siempre –creo que todos, en algún momento de la vida, sufrimos el rechazo, el desaire y demás–, pero ¡ocasionarle la muerte a un compañero era impensable!
Preocupa saber que es una situación que crece en México y que afecta a miles de jóvenes y en especial a los hombres.
¿Qué ha alimentado el bullying en México? ¿Cómo llegamos a este nivel de deterioro? Dice un viejo proverbio árabe que “todo lo que cae en una montaña de sal se convierte en sal”. Esa montaña de sal la hemos creado todos: desde funcionarios públicos, directivos y maestros escolares, medios de comunicación, padres de familia y sociedad en general.
Podemos decir que todos hemos colaborado con nuestro grano de sal, y aunque la expresión es lugar común, usarla ahora se justifica plenamente. ¿Por qué? Porque la infancia actual en México viven en un “no lugar”, un territorio creado a partir de la corrupción en las instituciones gubernamentales, la violencia generalizada, el contenido de los medios de comunicación que afecta la mente de niños y jóvenes; la falta de compromiso y entrega de los maestros, la violencia intrafamiliar, el abandono –emocional o físico– de los padres por la razón que gustes (trabajo, búsqueda de confort y estatus o adicción a la tecnología), de manera que se sienten invisibles ante nosotros. Todo esto se refleja en su autoestima y en la escuela.
Testimonios como el de Javier de 15 años nos estremecen:
Ya no aguanto. No quiero ir a la escuela. No tengo amigos. En el recreo siempre estoy solo. En la secundaria todos me molestan, se burlan de mí, de mi peso, de cómo camino, me ponen apodos… y me sapean. Cuando en el recreo me siento a comer, todos se levantan y se van a otro lado. Me insultan en los mensajes de texto y en las redes sociales. Han subido videos en donde me golpean a la salida de la escuela y me dejan tirado. No sé qué hacer… He pensado hasta en matarme.
El bullying no se ha quedado sólo en golpes y lesiones. ¿Sabías que según el Observatorio Ciudadano de la Justicia, otra forma de acoso es el "el cobro de piso" o "cobro de cuotas" en primarias y secundarias, prácticas que los menores imitan de la delincuencia organizada? (¡!) Algunos menores cobran a sus compañeros desde 50 centavos hasta cinco pesos por permitirles el paso a los sanitarios o para no intimidarlos en los periodos de recreo quitándoles su desayuno, según expertos de la organización.
Como sociedad no podemos ser indiferentes ante sucesos como la muerte de un niño en manos de sus compañeros, tal como sucedió en Ciudad Victoria, Tamaulipas. No permitamos que nuestra mente se acostumbre a noticias cada vez más crueles y escandalosas, con las cuales hoy apenas y levantamos la ceja. Sobre todo, dejemos de pensar que lo que le pasa a otro no nos afecta: sí nos afecta. Y, de no hacer nada, de cruzarnos de brazos, de no exigir a las autoridades un cambio, una legislación al respecto, de no revisar nuestra propia conducta, tarde o temprano, cualquier mal puede llegar a tocar a nuestra puerta.