“No sabo qué quiero…”, le dijo el niño de dos años lloriqueando a su mamá, después de que ella le preguntara qué quería y cuál era la razón por la que lloraba.
Escuchar esto me hizo gracia, ya que la transparencia de los niños es una gran lección para los adultos. ¿Cansancio, hartazgo, hambre, sueño o todo lo anterior junto? ¡Cuántas veces me he sentido así, con ganas de decir: “No sabo qué quiero”! ¿Lo has sentido alguna vez?
Uno de los mejores regalos que la vida nos da es la posibilidad de elegir. Sin embargo, los cambios constantes y la velocidad a la que ocurren pueden darnos la sensación de estar rebasados ante la demanda de toma de decisiones que nos tocan el hombro insistentemente para llamar nuestra atención. El regalo resulta una bomba de irritabilidad, estrés y confusión.
¿Cómo tomar decisiones?
