Hace unos años hice una caminata por el campo en el Estado de México y me encontré una frase escrita en letras gigantes a lo largo de una barda blanca que se me quedó grabada: “Que tu paso por el mundo lo deje mejor de como lo encontraste”. Se trataba del muro de una escuela rural situada en medio de la nada. Sin duda, la frase se instala como una orden irrefutable dentro de la mente y, junto con ella, llega el gran peso de obedecerla.
¿Qué hago para cumplir con esto? ¿Qué y cómo puedo marcar una diferencia? Estas preguntas que a todos alguna vez nos han asaltado pesan toneladas; incluso llegan a quemarnos por dentro o a causarnos insomnio. En esas ocasiones aparecen en la mente grandes personajes de la historia como Darwin, Gandhi, Napoleón, Platón o Shakespeare y, ante ellos, no podemos más que sentirnos absolutamente insignificantes.
Sin embargo, bien visto, encontramos que el peso de las interrogantes radica en la palabras “cumplir”, “hacer” “crear”. Creemos que tenemos que hacer algo, crear algo o inventar algo para entonces sí, al estilo de Steve Jobs, marcar la diferencia. Lo cierto es que no es necesario. Minuto a minuto, tú y yo, todos, dejamos constancia de nuestro paso por el mundo; nada tiene que ver con ser exitosos, ricos o famosos. ¿Entonces?
La señora Maisel
Me fascina su personalidad, modo de ver la vida, optimismo y pasión por ser una comediante de stand-up. A pesar de tener el mundo en contra, nada la detiene. Te hablo del personaje principal en la multipremiada serie de Amazon Prime Video La maravillosa señora Maisel, protagonizada por Rachel Brosnahan.
Su actitud es su gran atractivo, su magia. Para ella todo es posible y tiene solución. Sus ojos poseen un brillo que sólo algunas estrellas logran, con una luz que contagia y traspasa las pantallas.
La veo y pienso cuánto bien nos haría tener una pequeña dosis de esa personalidad que modifica para bien el ambiente en la casa y el trabajo, con amigos y extraños. ¿Te imaginas?
Dejar huella es el resultado inevitable de nuestro nivel de conciencia. De saber que, nuestra presencia siempre actúa en el entorno. La pregunta es ¿lo hace para bien o para mal?
Somos seres multisensoriales
Los estudios nos dicen que cuando se trata de la comunicación, sólo el siete por ciento del contenido del mensaje proviene de las palabras, mientras que el 93 restante lo captamos de una manera no verbal. Cada vez que entablamos una conversación con el servidor en la gasolinera, la cajera en el súper, la pareja o los hijos, hay intercambio de información de 10 mil unidades por segundo, de acuerdo con la Universidad de Pensilvania. Dicho intercambio se da no sólo mediante los órganos de percepción, sino también en el nivel subconsciente y energético.
Podríamos afirmar que cada célula, cada poro de la piel, cada gesto, cada mirada o movimiento, por pequeño que sea, comunica, ¿de acuerdo?
Quizá sin saberlo, en cada minuto del día, en cada intercambio de miradas, palabras o pensamientos, ya marcamos la diferencia en nuestro entorno. ¿Así que cómo te gustaría afectar a las personas? Tu presencia energética no sólo incide en los demás, incluso puede servirles, motivarlas o cambiar su manera de percibirse.
Nuestro verdadero trabajo es elevar nuestra frecuencia vibratoria, nuestro ánimo y nuestra visión de la vida para contagiar –al estilo la señora Maisel– esa buena “vibra” a nuestro alrededor. Ahí está el secreto y gran atractivo. ¿Qué mejor manera de dejar un mundo mejor?