Nunca olvidaré mi primera consulta con el doctor Rubén Poplawsky. Literalmente había acudido obligada por algunos de sus pacientes, hartos ya de mis permanentes resfríos e infaltables jaquecas vespertinas. […] Al iniciar la consulta estaba preparada para describirle mis síntomas físicos, por ejemplo, referirle la frecuencia con que me resfriaba y la posible fuente de contagio…. Sin embargo, lejos de indagar acerca de estos temas, aparentemente lógicos para mi prevista curación, el doctor me sorprendió con una pregunta: “¿Qué sientes si te enteras de que alguien habla mal de ti?” […] Luego de esa sesión, me sentí invadida por una mezcla de tranquilidad, alegría, sorpresa. […] Por supuesto los resfríos y las jaquecas pasaron a la historia.
Al leer el testimonio de Eva Salgado Andrade al inicio del libro Una curación completa, de Rubén Poplawsky, me quedé perpleja como ella ante esa pregunta inesperada.
Me fascinó el libro de Poplawsky, cuya premisa es el título de esta entrega: cuando el alma duele, el cuerpo enferma. Él es un reconocido y experimentado homeópata, cuya visión acerca de la enfermedad es que ésta tiene un propósito, al que llama: el arte de enfermar (enfermarte) para descubrir los miedos y lo que los originan. También me encantó que aborda la enfermedad en cuatro niveles: el cuerpo, el alma, el espíritu y la vida.
A lo largo de sus páginas se apoya en pequeñas dosis de sabiduría, temas de filosofía, medicina, espiritualidad, ciencia y magia, que son puntos claves para mantenernos sanos y entender el origen de una enfermedad. Una frase que es ejemplo de esto es: “La salud es el silencio de los órganos”, de Julio de los Reyes.
El libro nos hace ver que el cuerpo es la imagen del alma, la imagen tangible, como decía Aristóteles: “El alma es la causa y el principio organizador del cuerpo viviente”, o como afirmaba Pitágoras: “El alma es un acorde; la disonancia, su enfermedad”.
La comunicación entre el cuerpo y el espíritu, el lenguaje del alma, de acuerdo con Poplawsky, se forma con las cuatro emociones básicas: el miedo, que pertenece totalmente al cuerpo; el enojo y la tristeza, que se encuentran entre el cuerpo y el espíritu y la alegría, que es exclusiva del plano espiritual.
Nuestra meta, en cada momento de la vida, consiste en reconocer y expresar dichas emociones.
Si las reprimimos se expresan en el cuerpo para buscar un equilibrio, a esto se le llama somatizar, Poplawsky lo define así: “Cuando el dolor mental no se puede manifestar se traduce en dolor físico”.
Tiempo atrás, Aristóteles definía las emociones como los cuatro elementos básicos que forman parte de todo y todo está formado por ellos en distintas proporciones:
El aire es húmedo y caliente,
El fuego es caliente y seco,
La tierra es seca y fría,
El agua es fría y húmeda.
Poplawsky parte de que en una dimensión espiritual, en el cuerpo el miedo está frío; tierra y agua. En el enojo está seco; fuego y tierra. En la tristeza está húmedo; aire y agua. En la alegría está caliente; fuego y aire. Es decir, no hay enfermedades, sino enfermos.
Y Aristóteles, concluye que “La salud es el justo medio entre lo caliente y lo frío”.
Así que tomando esta antigua sabiduría, habría que tomar cada pequeña enfermedad, dolor o achaque como una llamada de atención que el cuerpo nos hace para atender y honrar esa emoción que hemos ignorado, reprimido o de la que no somos conscientes. Para entonces hablarla, sentirla, gritarla o llorarla. Ésa sería la verdadera forma de sanar. Porque sí, cuando el alma duele, el cuerpo enferma.