“Yo compararía la sensación con tomarte dos Red Bulls con vodka, tres ibuprofenos, más un boleto ganador de la lotería en tu bolsa”. “El placer es tan embriagador y fuerte como un whisky de contrabando. Hace que quieras detenerte con todos los que pasas y decirles lo bellos que son, lo maravilloso que es el mundo. ¿No es grandioso estar vivo?” Así es como lo describe el historiador Vybarr Cregan-Reid. Hay quienes describen esta sensación como una experiencia espiritual o bien, como el estar enamorado. ¿A qué me refiero?
Se trata de la “intoxicación mecánica” como la llamó el filósofo Alexander Bain en 1855. Es el “high” o elevación que los corredores experimentan con frecuencia. Y si tú querido lector, lectora, practicas algún tipo de ejercicio, seguro lo podrás comprender. Sin embargo; si no lo practicas, te animará saber que nuevos descubrimientos revelan que dicha elevación no sólo se da entre los maratonistas, y tampoco se debe sólo a las enforfinas que ya conocemos, como lo narra la científica Kelly McGonigal, en su libro The Joy of Movement.
Dicha elevación se logra con cualquier actividad física sostenida que eleve tu ritmo cardiaco, como natación, ciclismo, danza, yoga, montañismo y demás. Después de haber movido el cuerpo rítmicamente, el mundo cambia, las preocupaciones se reducen, la autoestima crece, así como las ganas de conectar con las personas. Sin embargo ¿sabías que además de la producción de endorfinas, otro tipo de químicos llamados, endocannabinoides parecidos a los del cannabis o mariguana son los que provocan dicha sensación de éxtasis?
Esa neuro-recompensa, según los científicos, tiene que ver con dos cosas: aliviar el dolor e inducir placer. “Parece que es la manera en que el cerebro te recompensa al no darte por vencido”, comenta McGonigal, “y esta se da sólo después de un esfuerzo significativo”. La clave para abrir el “high” de los corredores. No es la acción física de correr en sí, sino la continua y moderada intensidad con la que se practica. Si quieres sentirla sólo basta invertirle tiempo y esfuerzo.
Los neurocientíficos describen los endocannabinoides como el químico de “no te preocupes, se feliz” y hay partes del cerebro con abundantes receptores para ello que ayudan a reducir la ansiedad y nos llevan a un estado de contentamiento y optimismo. Además, cuando el ejercicio se hace acompañado o en grupo, la producción de dicha sustancia aumenta, lo que contribuye a fortalecer la sensación de pertenencia y camaradería.
“De muchas maneras, el ejercicio es una droga, así como las sustancias altamente adictivas. Practicarlo con regularidad, con el tiempo, enseña al cerebro a que le guste, lo desee y lo necesite”, escribe la autora.
“Cuando termino una caminata de 10 kilómetros, es como haber ido a una fiesta rave. Me enamoro de todo el mundo, y a veces me dura todo el día. Amo a la persona que me vende el café en la tienda de la esquina de regreso a casa. Nunca me he metido extasis, pero así me imagino que ha de ser: Todo está bien en el mundo y todo es maravilloso. Todo lo que tienes que hacer es correr 10 kilómetros, así que vale la pena”, narra en el libro una mujer alcohólica en recuperación quien no ha tomado una copa desde 1988.
Si entre tus propósitos de este año esta el retomar el ejercicio, los estudios demuestran que se requiere un mínimo de cuatro sesiones a la semana durante mes y medio. Una inversión prudente si consideras todos los dividendos que vas a recibir en tu salud, en tu estado de ánimo, en tu desempeño, en tu optimismo y en tu conexión con las personas. En pocas palabras: tu mundo cambia.
¡Feliz año 2020!