El inicio de un año nuevo. Qué maravilla volver a empezar. Nuevas experiencias y recuerdos por crear así como nuevas oportunidades para hacer de éste año como tú o yo lo decida.
¿Cómo lo vislumbras? ¿Cómo te ves en términos de salud? ¿En términos de tu vida personal? o ¿En el área profesional?
A través de generaciones hemos visto las primeras semanas del año como tierra fértil para sembrar nuevos hábitos y reducir o eliminar aquellos que sabemos nos limitan. En lo personal, éste año tengo varias metas que deseo lograr, en especial en el terreno del crecimiento interior y espiritual.
Más allá de los consabidos propósitos de año como, volver a estar en peso y en forma, renovar nuestro ejercicio y regresar a la disciplina, hay una búsqueda –me atrevo a decir generalizada, de algo más profundo, que nos proporcione la verdadera satisfacción y plenitud: los deseos del alma.
Este es el momento de nuevos comienzos, de renaceres internos. Si esto resuena contigo, sólo hay que confiar en aquello que nos dice la sabiduría ancestral: lo que buscas te busca y dejarnos llevar para comprobarlo. ¿Cuáles son tus deseos del alma? Te invito a pensarlos y a ponerlos en palabras.
Date un espacio, regálate unos minutos al día para conectarte con tu corazón –el asiento del alma, y escucha. Una vez que hagas unas respiraciones profundas para ir a tu interior, sólo hazte la pregunta ¿Qué es lo que deseas para mi? y espera. La mente deseará responder de inmediato, pero en esta ocasión, no es a ella a quien queremos atender. Si confías y te liberas de esa primera respuesta, notarás que atrás, muy atrás, se escucha la voz del alma que susurra tranquilamente lo que anhela. Verás que se trata de cosas tan sencillas como por ejemplo:
La belleza
Admirar la belleza, siempre será uno de sus anhelos. La vida está llena de ella. Notarla, detenernos a mirarla en el día a día a pesar de lo ocupados que estemos. No se requiere salir fuera o viajar, sólo voltear al cielo unos instantes antes de subirnos al coche, admirar ese árbol que se asoma en la ventana, tratar de ir más allá de los juicios y encontrar la inocencia en cada persona. Aspirar el olor de la lluvia, sentir el aire en la cara o el sol en la espalda. Proponernos encontrarla en lugares inesperados y quizá con ello y al mismo tiempo se cumpla lo que dice Kafka: “Cualquiera que tenga la habilidad de admirar la belleza, nunca envejece”.
La autenticidad
Esto significa simplemente serle fiel a tu alma. Al mismo tiempo, hay pocas cosas tan inspiradoras y que vuelven tan atractiva a una persona como la autenticidad. Ser auténtico es algo que se decide ser, es una opción que se nos presenta en cada momento del día, en especial en aquellos en que nos sentimos frágiles, inseguros y vulnerables.
Ser auténtico te conecta con la autenticidad del otro. Es una fórmula de ganar-ganar; es lo que todos buscamos y valoramos. A todos nos atrae la gente que es aterrizada, real y sin falsas pretensiones. Y al mismo tiempo es un reto, porque escoger ser auténtico en una cultura que día a día te invita a que “embones”, “pertenezcas” y “complazcas” es una ardua tarea.
Para el ego, sin duda es un riesgo presentar tu verdadero yo al mundo, sin embargo cuando lo eres, cuando decides mirar la belleza, ser una persona generosa, alegre, es cuando el alma sonríe. Ser auténtico es simplemente aceptar que nuestro ser incondicional ya está logrado y que está bien así como está.
Así que en enero de éste 2017, decido que mis metas por cumplir se pueden reducir a una: serle más fiel a mi alma.