El hombre de campo sabe cuando va a llover, cuando va a haber una helada y cuando es momento de cosechar la avena. Ha desarrollado una percepción sensorial del lenguaje sutil de la tierra, una conexión que los citadinos hemos olvidado. La conexión con el planeta es una fuente de energía importante. Estamos fuera de sincronía, quizá debido al exacerbado consumismo, las pantallas o una llana preocupación constante por el yo en vez del nosotros.
Sin embargo, a pesar de lo anterior, creo que todos en algún momento de la vida hemos sentido un vínculo especial con la Tierra, con lo inexplicable, quizá cuando hay luna llena o durante un eclipse o debido a un sismo, eventos que nos producen determinados sentimientos. De hecho, cuando pasamos mucho tiempo en ciudades de concreto, de manera intuitiva sentimos una carencia. Pero ¿estas sensaciones son una realidad o son resultado de nuestra imaginación?
La realidad es que la afectación es mutua. El campo geomagnético de la Tierra nos afecta tanto como los terrícolas lo afectamos a él. De acuerdo con el científico Rollin McCraty del HeartMath Institute, la ciencia confirma que cuando se producen perturbaciones importantes del campo geomagnético, las personas sufren desde alteración del sueño y dolores de cabeza hasta epilepsia, trastornos mentales y cardiacos. De la misma manera, los siete mil millones de habitantes del orbe generamos una energía colectiva que produce un “clima de conciencia” determinado, el cual afecta el campo electromagnético del mundo. Veamos…
Nuestra Tierra es “bañada” con campos electromagnéticos de manera constante, mismos que afectan y conectan a todos los organismos vivos, incluidos los seres humanos. Es decir, todos nadamos en un campo vibratorio común y cada uno de nosotros contribuye a ese campo vibratorio con pensamientos, emociones e interacciones, de acuerdo con la Global Coherence Initiative, organización que tiene sensores diseminados en siete distintos países, que día con día miden las variaciones de dicho campo geomagnético.
¿Pero qué es el campo geomagnético? Nada más y nada menos que lo que nos mantiene vivos. Surge de los polos debido a las aleaciones de hierro fundido en el núcleo de la Tierra; su influencia se extiende miles de kilómetros fuera de la misma, hasta encontrarse con el viento solar. Es una especie de escudo invisible de energía que nos protege del exceso de radiación solar. Es gracias a ese campo que muchos animales orientan sus travesías, tal como las brújulas guían la navegación.
Lo interesante es que ese campo está formado por líneas (seguramente en el bachillerato lo comprobaste al poner un imán debajo de arena magnética y ver que se formaba una línea o la forma del magneto). Dichas líneas pueden actuar como las cuerdas de una guitarra: vibran al jalarlas. Cuando el viento solar las empuja a millones de kilómetros por hora en un día tranquilo, sucede lo mismo. La tensión en la cuerda es lo que marca la nota. Las líneas de la Tierra son muy largas, por lo que tienen una frecuencia muy baja. Una de las principales líneas de resonancia tiene una frecuencia de 0.1 Hertz , la cual coincide de manera exacta con la frecuencia de los animales –nosotros incluidos-, en un estado de coherencia.
Cuando el corazón entra en un estado de coherencia, es decir, en un estado de armonía y gratitud interior, la vibración del ritmo cardiaco adquiere una frecuencia de 0.1 Hertz. ¡Igual a la frecuencia de la Tierra!
¿Cómo se relaciona o qué significa esto? Es lo que veremos la próxima semana…