El despertar no es exclusivo de gurús | Gaby Vargas

El despertar no es exclusivo de gurús

“Las personas despiertas viven en un estado funcional más elevado, con un propósito y relaciones más auténticas y con una sensación de conexión aumentada”, se antoja esto que comenta Steve Taylor en su libro The Leap, pero, ¿qué significa “despertar”?

Quienes hemos tenido entre los brazos a un hijo o a un nieto recién nacido o de meses, hemos percibido esa energía única, diría sagrada, cargada de lo más elemental de la naturaleza, el rastro de los antepasados y el misterio de la vida. Es una sensación que asombra y a la vez, de extraña manera, calma.

Con el tiempo, ese bebé crecerá y para acomodarse dentro de la familia, la cultura y el género comenzará a cubrir capa a capa la energía luminosa con que llegó al mundo y ésta terminará en el olvido. Esa porción de su ser muy posiblemente caerá en un sueño profundo y la inocencia será remplazada por cientos de fantasmas que se apoderarán de la mente poco a poco, hasta dominarla. La persona iniciará el largo camino de sentirse incómodo dentro de su piel y de intentar proteger la autenticidad.

Sin embargo, siempre queda una vaga nostalgia, un lejano recuerdo del lugar en donde todo estaba bien. Quizá perciba el anhelo de reencontrarlo y lo buscaremos en personas, lugares, cosas y circunstancias que nos prometen esa felicidad, mas la decepción suele ser la regla.

 En esa especie de estado de hipnosis en que vivimos, el ser humano crea y se crea el caos, los conflictos, las guerras y las diferencias que causan dolor y sufrimiento tanto en lo personal como en lo colectivo. Hasta que la vida nos sacude (con un evento, una enfermedad, una pérdida o una crisis como la que vivimos hoy) y con ello nos manda la invitación a despertar y regresar a la esencia: volver a casa.

¿En qué consiste el despertar?

“Los retos son el alma de la evolución”, afirma Eckhart Tolle y agrega: “Toda forma de vida, desde las plantas, los animales y los humanos, evoluciona como respuesta a los retos que enfrenta”. Y la vida nos lo comprueba. Al voltear hacia atrás, si hemos aprovechado la invitación a despertar, comprobaremos que cada obstáculo y cada reto en el camino nos hizo mejores personas. Tal vez más fuertes, resilientes y conscientes.

Es común pensar que el “despertar espiritual” es algo raro, difícil de conseguir y reservado sólo para los monjes, ermitaños o gurús. Si bien hay varios niveles de despertar y no todo mundo acepta la invitación de la vida, me gusta la manera en que el filósofo contemporáneo Colin McGinn lo describe como “el equivalente a transformar el agua en vino”; y por increíble que parezca, es algo que todos hemos experimentado por momentos. En esos instantes se da una intensidad en la percepción, como si nos removieran los filtros que nos impedían ver la vida con mayor color, luz y nitidez. Sucede entonces una conexión con lo sagrado del mundo, la naturaleza y el cosmos.

Steve Taylor afirma que las personas despiertas perciben y experimentan un mundo diferente al nuestro. Lo ven como lo hace un niño que se asombra frente a la maravilla, la belleza y la complejidad de los fenómenos que otros dan por un hecho o a los que no ponen atención.

 Despertar por instantes es vivir el presente en tercera dimensión, estar con quien estás en cuerpo y alma; apreciar los sabores, los sonidos y la vida. Es vivir en el no tiempo. Ahí y sólo ahí es que se encuentra la felicidad plena.

Entonces, si los retos y los obstáculos en la vida son lo que nos invitan a despertar del sueño profundo, estos valen la pena. Démosles la bienvenida, ya que como dice Tolle, son el alma de la evolución.

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