Todo aquello a lo que le pones atención crece, ¿lo has notado? Una planta, una relación, un entrenamiento, un proyecto, incluso un achaque. Basta que le dediques tiempo, palabras y energía para que cualquier cosa se fortalezca y crezca. Podríamos afirmar que la atención es un súper poder: cambia tu visión de la vida y del mundo.
¿Cómo te sientes cuando alguien te pone atención y te sientes escuchado y visto sin distracción alguna? Genera en ti una enorme gratitud, aceptación, pertenencia, amor y conexión, ¿cierto? Pues eso es, precisamente, lo que el poder de tu atención puede lograr.
Date cuenta de que tu atención nutre, tonifica y da vida a las cosas, a las plantas, a los animales y a las personas. Es como si alumbraras un cuarto oscuro con una linterna: aquello a lo que le apuntas se ilumina. Es un hermoso valor con el que llegamos a este mundo y gastamos o regalamos a diario ¡sin si quiera darnos cuenta! Bien visto, no podríamos vivir sin él.
Un acto de generosidad
La atención requiere esfuerzo. La voluntad de voltear los reflectores internos hacia determinada persona o situación y olvidarnos por un rato de nosotros mismos. ¿Sabes cómo la usas?
Cuando tu atención proviene del juicio o de la crítica, significa que surge del ego, de la mente que analiza, juzga y compara. En cambio, cuando viene del corazón, es sutil y poderosa, quien observa participa sin juicio alguno. Gracias a ella, las relaciones florecen y las situaciones fluyen.
La atención es algo tan potente, que la mayoría de las formas de vida invierten una buena cantidad de energía para obtenerla del mundo que les rodea. Por ejemplo, los bebés lloran por ella, las mascotas hacen todas sus monerías para conseguirla, nuestro cuerpo nos la reclama de diversas maneras y las plantas, los árboles y las flores la agradecen al florecer y dar frutos. Todos la necesitamos para sobrevivir.
Hay que considerar que la atención es un recurso limitado, afortunadamente. Jorge Luis Borges en su cuento “Funes el memorioso”, escribió sobre un personaje que, tras un accidente, es capaz de atender y recordar todo, absolutamente cada detalle de lo que ve, siente y oye, hasta el infinito; lo cual, por supuesto, termina por ser una tortura. Así que tenemos que agradecer que la atención sea selectiva y elegir a qué queremos dársela.
Cada día somos menos observadores
Por otro lado, nos hemos vuelto cada vez menos observadores y atentos con el otro. Al ignorar a las personas, desaparecen de nuestra vida. Los teléfonos celulares se roban el total de nuestra atención y tiempo. A la pareja, los hijos, las amigas y los compañeros de trabajo les dejamos sólo las migajas de ella cuando escuchamos cualquier sonidito del aparato.
Pon atención a lo que le pones tu atención. Cuando dejamos de dar atención a las cosas o a las personas, las dañamos y las lastimamos, a veces de manera irremediable. Condenamos las relaciones a una especie de muerte lenta.
Nadie puede educar tu atención más que tú. Te invito a darte cuenta de a qué y a quién le das ese regalo valioso. Porque cuando se la obsequias a alguien de corazón y sin juicios, le entregas el mensaje de “te veo, te escucho, eres importante y te aprecio”, ¿qué más podemos pedir en este mundo?
Además, recordemos que el Universo siempre nos regresa lo que lanzamos. Así que, si queremos paz, demos paz. Si queremos amor, demos amor. Y si queremos atención, demos atención.