Con sólo escuchar a Lola narrar su fin de semana, te puede dar un coma diabético. Tiene el don de barnizar todo lo que describe con un tinte meloso, cursi e irreal. Sus frases derramadas de adjetivos tipo: hermoso, lindo, súper, lo máximo, sensacional, la hacen sonar como una adolescente ciegamente optimista, en un mundo color de rosa. ¿Conoces a alguien así?
Este tipo de personas, cuando tratan de enaltecer una experiencia real, le roban el verdadero sentido a las palabras; en una pincelada las vuelven lugar común. Pareciera que viven en el mundo del Nunca Jamás. Nunca jamás viven las aprendizajes que nos dan humanidad como una experiencia triste, dolorosa o un desencanto. Nunca jamás sufren, se preocupan o se acongojan. Nunca jamás hay una persona o un lugar feo. Todo lo anterior son desgastes emocionales que sólo experimentamos los seres del planeta Tierra, ellas no. Pero ojo, todos podemos tener una Lola dentro.
Si bien, siempre se agradece la compañía de personas con una visión optimista de la vida y en especial relacionarnos con ella; cuando dicha cualidad se exagera, pierde todo su encanto. Los psicólogos han bautizado a ésta conducta como: El principio Pollyana, pero resulta que todos la podemos padecer. Me explico:
¿De dónde surge el término?
El termino lo acuñó un psicologista norteamericano llamado Charles E. Osgood en 1964, para explicar la proporción y la frecuencia del uso de términos positivos en el lenguaje escrito como: la palabra “bueno”, aparece diez veces más que la palabra “malo”o la palabra “amor”, aparece diez veces más que la palabra “odio” y demás.
El origen del término surge de la novela Pollyana que la escritora norteamericana Eleanor H. Porter, creó en 1913 para niños. En ella describe a la protagonista –una niña de once años con el mismo nombre, huérfana de padre y madre, a quien mandan a vivir con la tía Polly, una mujer muy estricta. La niña entonces desarrolla una estrategia secreta, un juego con el cual descubre que puede palear una vida llena de tristezas. El juego consiste en cambiar la perspectiva para ver el lado positivo de las cosas, las personas o las circunstancias, siempre. De esta manera, no sólo logra vivir mejor, sino que puede hacer que la vida de todos la que la rodena –su tía Polly, el señor Pendleton y la señora Snow quien por su enfermedad vivía en cama y deprimida, sea más llevadera.
Pollyana es fiel a su principio a pesar de que la vida le pone tremendas pruebas, como terminar parapléjica en una silla de ruedas después de un accidente automovilístico. Sin embargo, ella pone el ejemplo a todos al expresar agradecimiento por haber podido disfrutar –años atrás, unas piernas. A lo largo del libro, Pollyana se vuelve un ejemplo de heroísmo para su comunidad.
El libro entonces, resultó todo un éxito y dio origen al concepto que desde 1969 se usa en el campo de la psicología para describir a alguien que sólo recuerda los eventos felices, que cree que todo el mundo es bello, hermoso y sólo ve el lado bueno de todo, incluida la desgracia. También algunas veces el término se usa peyorativamente, al referirse a alguien cuyo optimismo llega al punto de la ingenuidad o que rehúsa aceptar los hechos en una situación desafortunada.
El Principio Pollyana sostiene:
Después de muchos experimentos realizados en un sin número de países, el Principio Pollyana sostiene:
1.- Que la mayoría de los seres humanos naturalmente procesamos los momentos placenteros con mayor nitidez y eficiencia que los desagradables o neutrales.
2.- Que en la comunicación tendemos a utilizar con mayor frecuencia las palabras positivas que las negativas.
3.- Que solemos recordar a personas o a experiencias del pasado de manera más favorable que como en realidad fueron o ocurrieron. Es decir, a las experiencias –placenteras o no, les sucede como al vino: el tiempo las mejora.
4.- Incluso las experiencias que fueron realmente negativas, con el tiempo gradualmente, se recuerdan como menos negativas.
5.- Las personas de manera inconsciente le damos más importancia y le damos mayor crédito, a las frases en las que otros nos describen de manera positiva. Incluso, las personas en apariencia pesimistas y negativas, tienden a aceptar mejor los halagos y a rechazar la crítica. Esto sucede tras bambalinas, ya que de manera consciente nuestro cerebro tiende a regodearse en todo lo que percibimos como negativo.
6.- Los expertos afirman que mientras una persona no esté clínicamente deprimida, tiende a vivir este principio o efecto Pollyana.
7.- Las personas solemos pensar siempre que el futuro será mejor que el pasado. Esto puede ser un muy buen estímulo para perseguir un mañana mejor. Y puede ser malo, cuando de manera irracional asumimos lo inevitable del éxito por venir y disminuimos los esfuerzos por evitar el fracaso. El típico, “Nah, me va a ir bien” sin prepararnos.
Podemos concluir que de manera natural, nuestra Lola, nuestro cerebro, procesa y maneja mejor la información agradable, que la desagradable. Lo cual mientras no se exagere, siempre será algo positivo.