Miss Havisham, una mujer en sus cincuentas, a diario usa su vestido de novia –amarillento por el paso del tiempo, después de que muchos años atrás la dejaran plantada en las puertas del altar.
El pastel de bodas original, yace podrido en la mesa junto a la vajilla, cubiertos y copas especiales que en esa ocasión se colocaron para la celebración del banquete en el salón de la casa; todo lo anterior, cubierto de gruesas y entramadas telarañas en espera de que el novio regrese algún día.
Miss Havisham, éste personaje peculiar de la famosa novela “Great Expectations –Grandes Esperanzas” de Charles Dickens y escrita en 1861, representa a una solterona amargada, que intentó detener el tiempo en aquel instante en que recibió la nota de su novio cancelando la boda. Con el corazón roto y humillada ante amigos, parientes y sociedad decidió encerrarse y mandar detener todos los relojes de la casa a las 8:40 am para no olvidar la exacta hora en que se enteró de la noticia. La boda se llevaría a cabo a las 9:00 am.
A partir de esa triste fecha, Miss Havisham decide vestirse todos los días de su vida con el mismo traje de novia ya convertido en harapos. Tras vivir en la oscuridad por tantos años y con una piel blanco mortecino resultado de vivir sin ver la luz del sol, luce mucho más avejentada de lo que en realidad es. Se le describe como una mezcla entre “una figura de cera y un esqueleto”.
Tanto el vestido de Miss Havisham como el pastel descompuesto y los relojes detenidos le sirven como trofeos de su desventura, que no ha podido sanar y que ha de revivir a diario para glorificarse en ella.
El síndrome Miss Havisham
