Miss Havisham, una mujer en sus cincuentas, a diario usa su vestido de novia –amarillento por el paso del tiempo, después de que muchos años atrás la dejaran plantada en las puertas del altar.
El pastel de bodas original, yace podrido en la mesa junto a la vajilla, cubiertos y copas especiales que en esa ocasión se colocaron para la celebración del banquete en el salón de la casa; todo lo anterior, cubierto de gruesas y entramadas telarañas en espera de que el novio regrese algún día.
Miss Havisham, éste personaje peculiar de la famosa novela “Great Expectations --Grandes Esperanzas” de Charles Dickens y escrita en 1861, representa a una solterona amargada, que intentó detener el tiempo en aquel instante en que recibió la nota de su novio cancelando la boda. Con el corazón roto y humillada ante amigos, parientes y sociedad decidió encerrarse y mandar detener todos los relojes de la casa a las 8:40 am para no olvidar la exacta hora en que se enteró de la noticia. La boda se llevaría a cabo a las 9:00 am.
A partir de esa triste fecha, Miss Havisham decide vestirse todos los días de su vida con el mismo traje de novia ya convertido en harapos. Tras vivir en la oscuridad por tantos años y con una piel blanco mortecino resultado de vivir sin ver la luz del sol, luce mucho más avejentada de lo que en realidad es. Se le describe como una mezcla entre “una figura de cera y un esqueleto”.
Tanto el vestido de Miss Havisham como el pastel descompuesto y los relojes detenidos le sirven como trofeos de su desventura, que no ha podido sanar y que ha de revivir a diario para glorificarse en ella.
Atesorar la herida
En éste personaje extraño, Charles Dickens personifica magistralmente el arquetipo de las personas que no han podido superar una herida. Personas que atesoran su dolor, su tragedia, su experiencia traumática vivida quizá meses o años atrás. Pareciera que se enamoran de ella como si de un amante se tratara ya que las hace vibrar, ser alguien ante sus ojos o bien, sentirse vivas.
La pregunta que surge de inmediato es ¿por qué? Y las respuestas que la psicología ofrece son: quizá se aferran a su dolor para manipular, para adquirir ganancias secundarias, para castigar al culpable, para victimizarse, para vengarse, para llamar la atención de los demás, etcétera. El caso es que en psiquiatría existe una patología conocida como “Efecto Miss Havisham” que se usa para describir una reacción similar al comportamiento de dicho personaje y del cual se dice, Dickens basó su historia en la vida de una mujer real, llamada Eliza Emily Donithorne (1827-1886) que vivió en Australia en dicha situación.
Todos tenemos una Miss Havisham dentro
“Debería de superarlo y vivir su vida”, seguro pensarías esto en su situación, querido lector. ¡Por supuesto! Sin embargo, difícil como nos es admitirlo, hay una Miss Havisham dentro de todos nosotros.
Si bien, la vida que éste personaje llevó es ridículamente extrema, refleja la dinámica que todos en algún momento hemos jugado. Si alguna vez has sufrido un desamor, has tenido una pérdida o un desengaño, revísate. ¿Qué no has perdonado, olvidado? Todos cargamos con heridas que atesoramos de una u otra manera. Y ¿de qué manera les damos salida? Pues a través de la enfermedad; desde una gripa hasta un cáncer. Cualquier dolor físico o emocional que suframos, es una manera de echarle la culpa al otro por dañarnos. ¿Absurdo verdad? Sin embargo, real.
Lo primero que los expertos nos aconsejan es identificar la fuente de nuestro dolor o sufrimiento. Lo anterior requiere de una buena dosis de honestidad. Muchas personas creen que las cosas ocurren por casualidad, por accidente, por azares de la vida. Y que todo aquello que les sucede, se debe a causas externas: desde el gobierno, la cuñada, la economía, el ex marido, el signo del zodiaco, el cambio climático o hasta el karma de vidas pasadas. Cualquier cosa sirve y conviene para culpar a otros.
Lo que nunca pensamos es que nosotros, así como Miss Havisham, somos los únicos que con nuestro pensar y actuar, generamos nuestro destino, nuestra vida, nuestra salud y finalmente nuestra felicidad. Nadie más.
Cuando tú crees que son los otros los culpables y que ellos te pueden dañar o, percibes algún valor en acumular resentimiento y victimización, tu cuerpo de alguna manera lo va a mostrar. Si eres de las personas que dudas de ésta teoría que la metafísica –más allá de lo físico-- sostiene, te invito a hacer la prueba. Revisa cómo están tus emociones respecto a tal o cual persona o situación. Ahora, observa si tu cuerpo padece de algún achaque.
En cambio cuando tu cuerpo está fuerte, sano y vigoroso, es señal de que refleja tu perdón, tu armonía y equilibrio interior. Tu cuerpo habla lo que tu boca calla, nos dicen los psicólogos.
Te invito a pensar, ¿Qué resentimiento en tu vida toma forma de ese vestido de novia al estilo Miss Havisham? ¿Lo has pensado?