La lección me costó un cáncer en la tiroides, misma que me extrajeron hace poco más de dos años. Si bien la medicina tradicional no se explica el porque a tantas personas nos salen nódulos en dicha glándula, y por qué algunos se vuelven cancerosos y otros no; nos expone varias razones de sus posibles causas: herencia genética, falta de yodo, exposición a radiación en cabeza o cuello, edad…en fin.
Como es de esperar, la noticia en su momento me fue difícil de digerir, ya que la palabrita tiene una carga energética que de sólo escucharla y saber que habita dentro de nosotros puede devastarnos. Así me sentí: devastada. Me ayudó enormemente sentir el amor incondicional de mi esposo y de mis hijos, además de saber que de todos los tipos de cáncer, el de la tiroides es el menos malo; al extraer la glándula por completo, se cura. Sin embargo, aprendí que una enfermedad puede ser un regalo, porque dispara un cambio en las reglas del juego.
--Le tendremos que dar un tratamiento de yodo radiactivo para asegurarnos de que no haya quedado ningún rastro, me dijo el doctor al término de la operación. Después me explicó que me internarían por dos días en un área especial del hospital en la cual permanecería en un cuarto con paredes de fierro, aislada de todas las personas; además de que no podría viajar, acercarme a ningún niño como tampoco a ninguna señora embarazada, durante un mes. Después de pensarlo mucho y de estudiar los efectos secundarios del mismo, bajo mi responsabilidad decidí no someterme a dicho tratamiento.
Sin embargo, junto con la decisión también tomé otra: haría todo lo que estuviera en mis manos para estar sana.
La metafísica lo explica de otra manera
La palabra metafísica literalmente significa –más allá de la física y se trata de una rama de la filosofía que estudia el ser, el absoluto, Dios, el mundo y el alma; es decir, lo inmaterial, la causa primera de las cosas. Es una materia que me apasiona y que he estudiado en los últimos cinco años. Pues la metafísica me señaló que cuando tenemos un padecimiento a la altura de la garganta –como era mi caso, es el resultado de haber callado cosas en el pasado; de no haber hablado, comunicado algo que nos dolió, incomodó o enojó. La energía se densifica y se convierte en materia, se mete al tejido celular y se integra en tu sistema; explicación que me hacía todo el sentido.
Por naturaleza nunca he sido una persona agresiva ni confrontante y cuando algo me ofendía o molestaba solía callarlo. Tenía mi lista de razones por la cual era mejor no hablar y en su momento me parecía sensata, tipo: “Para qué hacer las cosas grandes”, “No quiero hacer un numerito ahorita”, “Quizá afecte mi relación con ella o con él” o “Es inútil, vamos a terminar enojados”. Me tragaba todo. Actuar así, parecía más fácil --o más cómodo, hasta que aprendí la lección. Nunca más.
Desde la operación de la tiroides, tomé la decisión de hablar y decir lo que no me parece en el momento, de una manera asertiva y no esperar a que el resentimiento se acumule o explote con el tiempo.
Hay una frase de Un Curso de Milagros que siempre me ha impactado y que decidí seguirla al pie de la letra: “La gente te escucha desde el nivel en el que le hablas”. Me he dado cuenta de que no es nada fácil, requiere de armarse de valor, de coraje y de honestidad. Sin embargo, también me he dado cuenta de que abre la puerta a una comunicación más sincera y auténtica.
Hablar del corazón
Hablar del corazón nos libera de las telarañas que se acumulan y con el tiempo nos ciegan y después nos enferman. Cuando sientes que no puedes hacerlo o no te animas, lo mejor es asomarse al corazón y explorar cuál es la razón, ¿miedo, inseguridad? Y pensar que eso lo sentimos todos.
En la experiencia he aprendido que el corazón tiene una inteligencia que ayuda a sobreponerte de las inseguridades y a darte claridad de pensamiento. Es cuestión de sentarte a solas, respirar para conectar contigo mismo y con tu esencia por unos minutos. Cuando estas conectado a los otros por teléfono, por chat o correo, todos tus circuitos están ocupados y no le das oportunidad al corazón de que te de el mensaje.
En ese estado de serenidad, toma un papel, un lápiz y anota: ¿Qué me molesta, qué siento? ¿Qué sería lo conveniente hacer? Ojo, porque la respuesta rápida siempre viene de la mente, del ego que –por lo general, no es buen consejero.
Hay que ir al centro del pecho, al corazón y aguzar el oído así como doblegarnos ante lo que nos aconseja. Nunca se equivoca. Este órgano habla a través de la intuición, es como una computadora que se conecta al servidor central, a la conciencia universal o el espíritu. El servidor es omnipresente y cuando te conectas a él, tienes acceso a toda la vista panorámica, a la gran verdad, a la interconexión que hay entre tú y todos los sistemas vivos en el mundo. De ahí la frase del filósofo Blaise Pascal, “El corazón tiene razones que la razón no entiende”.
Al establecer la comunicación con tu corazón, sin duda restauras un balance entre cuerpo y mente, lo que te lleva a sentirte más libre y a estar más sano. Desde que no tengo tiroides, intento vigilar mis pensamientos y mis emociones, porque ahora sé, que poco importa el alimento que entra por la boca, comparado con el que entra por la mente y por el corazón. Ese es en realidad lo que nos mantiene sanos.