¿Has sentido la electricidad que corre en tu piel al tocar a alguien? o ¿la maravilla que es sentir que, al abrazar, son las almas las que se abrazan? Pues de no reforzar lo anterior en nuestras vidas, pronto parecerá que hablamos de algo que refelejaba el estilo de vida del pasado.
Si, en el mundo ya padecemos el síndrome de “hambre de piel”. Es un hecho que, hoy ponemos nuestras manos con mayor frecuencia sobre laptops, tablets y celulares, que en los cuerpos de nuestros cercanos. Además, las pantallas nos dan la falsa impresión de estar acompañados y de que no hay soledad. Sin embargo, parece que entre más crecemos, recibimos menos caricias.
Todos los padres queremos a nuestros hijos, sin embargo, en ocasiones no podemos expresárselos adecuadamente; ya sea por inexperiencia, ausencias prolongadas, conflictos profundos emocionales, separación de la pareja y demás.
M´hijo, ya te estás haciendo hombrecito y los hombres no se besan ni se abrazan, así que, de ahora en adelante, nomás nos saludamos de mano. ¿Está claro? La herida de estas palabras a los diez años queda grabada para siempre en Rodrigo. O No me toques Clarita, no me gusta que te me encimes, ¡me atosigas! Clara, desde los cinco años que siente el rechazo de su mamá. Hasta ahora, ya con hijos adolescentes, reconoce que todavía le cuesta trabajo acercarse a ella y abrazarla.
El tacto es nuestro órgano sensorial más extenso y más rico con su millón y medio de receptores. Por lo que tocar al otro transmite muchos otros lenguajes como: aceptación, aprecio, apoyo, simpatía, ternura y mil cosas más.
El contacto de piel a piel es tan elemental en nuestras vidas, que su ausencia puede enfermarnos.
Se ha comprobado que la gente que no recibe una dosis mínima de caricias, de abrazos o de besos puede desarrollar desórdenes de tipo físico, mental o social. Incluso hay una relación entre la carencia de contacto físico y la depresión, la violencia, la auto-marginación y la muerte, especialmente en los niños.
“La mayoría de nosotros, sin importar el tipo de relaciones que tengamos, necesitamos más contacto físico del que hoy tenemos”, comenta el psicólogo Mathew Herstentein, director de Touch and Emotion Lab, en DePauw University.
Muchas personas tienen hambre de piel. Por ejemplo, las personas que viven solas sin hijos, los ancianos, los enfermos o aquellas con alguna discapacidad, a quienes, por lo general, tocamos muy poco.
El mostrar afecto físico a través del tacto, además de que es como darle un pequeño regalo al otro, tiene beneficios para la salud que se pueden medir.
“Los receptores estimulantes del tacto que se encuentran debajo de la piel, pueden reducir la presión sanguínea y niveles de cortisol lo cual reduce el estrés,” comenta Hertenstein.
Un estudio de la University of North Carolina, encontró que las mujeres que abrazaban a su pareja con frecuencia (aún por sólo 20 segundos) tenían la presión sanguínea más baja, posiblemente porque un abrazo cálido, incrementa los niveles de oxitocina en el cerebro. Y entre más te conectas con los otros, --aún en el más mínimo roce, más contento te sentirás”.
Lo cierto es que no hay nada más delicioso que un abrazo cálido, apretado que nos haga sentir amados. Además de lo agradable y curativo que es para ambos, nos satisface y nos embellece por dentro y por fuera. Así que, en este cierre de año 2018, te invito a dejar la tecnología a un lado, tocar y abrazar más a los tuyos. Evita que padezcan el síndrome de hoy: hambre de piel.