Las plantas ¿inteligentes?

Al entrar a mi recámara, el aroma nuevamente me tomó por sorpresa. Sonreí llena de felicidad y corrí a abrazar y a agradecerle al árbol “Huele de Noche”, su tan preciado regalo. Nada, ninguna esencia comercial, por más sofisticada o cara que sea, se compara con ese perfume que sale de las pequeñísimas flores blancas, que el árbol nos regala cada seis meses –durante unas gloriosas diez noches.
Durante los días en que el encanto dura, dormimos con la ventana abierta y en lo personal, procuro aspirar profundo el aire perfumado como adicta a una sustancia. Su fragancia me abraza el alma y siento que es la forma en que el árbol contribuye a hacer el mundo, más bien –mi mundo mejor. Acto que también estoy segura, el árbol sabe y disfruta. Así que corro a acariciarlo y a agradecerle su gran aportación ante las miradas burlonas de Pablo mi esposo que de “loca” no me baja.