En los Vedas el mundo material en el que vivimos es una ilusión, le llaman maya y es el que nos hace vivir dormidos a la realidad.
Es curioso lo que sucede cuando observamos desde afuera una situación, mientras quien la vive está inmerso en ella y no percibe una serie de cosas.
Un joven muy formal, de nombre Zahir, nos recibió en el aeropuerto para platicarnos en perfecto español y con enorme orgullo acerca de todas las cualidades y riquezas de su país, así como sobre los sufrimientos causados históricamente por los bolcheviques y los armenios.
Lo imaginaba como un país totalmente diferente, perdido en medio del desierto y estancado en el tiempo. Honestamente no tenía idea de su localización en el mapa. Su nombre “Azerbaiyán” me sonaba a zona de conflicto, a retraso cultural y a fundamentalismo islámico. Sin embargo, lo que me animaba era la compañía de mi esposo y su espíritu explorador.
Confieso que al despegar del aeropuerto en la ciudad de Estambul tuve la sensación de dejar el último contacto con la civilización; una vez más, comprobé mi enorme incultura.
Maya o el mundo de la ilusión
