Nadar a contracorriente | Gaby Vargas

Nadar a contracorriente

Sólo los peces muertos nadan con la corriente. Hay etapas en que a nosotros nos toca nadar a contracorriente, como lo hacen los animales que superan todo tipo de obstáculos para sobrevivir y asegurar la supervivencia de su especie. Los salmones, las rayas, las anguilas, las medusas se convierten en estos momentos en grandes maestros. Su fortaleza y osadía me parecen inspiradoras, se necesita humildad para aprender de ellos.

Dentro de los distintos tipos de salmones hay uno que desconocía y del que me entero al indagar un poco, su trayecto es una odisea grandiosa. Te hablo del salmón rojo. Tiene como característica principal una que los humanos necesitamos actualmente: resiliencia. Te comparto un poco sobre él.

Después de vivir alrededor de dos años en las aguas dulces de ríos o lagos en la costa oeste de Norteamérica, el salmón rojo siente un impulso de fuerza imparable que lo empuja hacia las aguas del Pacífico, donde vive cerca de cuatro años, tiempo durante el cual el salmón cambia de color rosa a un rojo intenso. Cuando esto sucede, se apodera de él una determinación inexplicable, como de superhéroe, de regresar a su lugar de origen.

El camino de regreso de este pez es una de las migraciones más alucinantes que existen en el planeta. La podríamos comparar con la de la mariposa monarca o la de los ñus que cruzan la sabana. El salmón rojo no sólo nada a contracorriente, se crece ante a los retos, escapa a terribles depredadores, evade emboscadas y trampas humanas como las presas o plantas hidroeléctricas, todo para perpetuar la especie.

 

Ser resilientes: lo que la vida nos pide

Pareciera que hoy se nos exige lo mismo que al salmón: ser resilientes, tener la capacidad de prepararnos, adaptarnos y recuperarnos de situaciones de estrés, reto o aflicción. Lo interesante es que los seres humanos tenemos esta facultad por naturaleza; sin embargo, si no se trabaja o no se desarrolla, se pierde o debilita.

Imagina que la existencia entera consistiera de una serie de días sin problemas, pronto nos aburriríamos, ¡qué ironía! Es por lo anterior, que quizá debemos agradecer las situaciones que se nos presentan para crecer y ser más tenaces. Si todo en este mundo fuera suave y mullido, no seríamos forjados, labrados o probados en el fuego de la vida, no aprenderíamos ni tendríamos la oportunidad de crecer y ser mejores personas.

Los días se presentan difíciles en muchas áreas. No podemos ponernos de espaldas y dejarnos llevar como peces muertos hasta que todo, por sí solo se resuelva; o nadamos o nos lleva la corriente, no hay de otra. Pensemos que cada brazada, cada movimiento de una extremidad para salir adelante, nos da la oportunidad de ser valientes, de estar más preparados y fornidos. Tratemos de ver que los obstáculos son una oportunidad para crecer, cambiar de perspectiva y mejorar. Te aseguro que esta experiencia no nos hará más débiles, sino más fuertes.

No podemos discutir con la realidad pues siempre saldremos perdiendo. Lo único que podemos hacer es aprender a reconocer y aceptar con humildad las lecciones que nos da y atrevernos a nadar a contracorriente. La resiliencia se construye de esta manera. Aceptar no es resignarse, es abrirnos a las posibilidades. Y abrirnos a las posibilidades es la manera más hábil de responderle a la adversidad. Abrirnos para fluir es mejor que cerrarnos y permanecer debiluchos y estancados.

Es en el camino donde se aprende. Al igual que al salmón rojo, lo único que se nos pide es estar dispuestos a enfrentar las pruebas que la vida nos presenta con decisión y valentía.

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