Un viajero en busca de la felicidad se acercó a las puertas de un antiguo monasterio. Sentado en la entrada, un monje añoso y sonriente lo saludó:
—¿En este monasterio hay algún maestro? —preguntó el viajero.
—Sí, yo soy el maestro —contestó el monje.
—¿Encontraré la felicidad aquí? —cuestionó el viajero.
—¿De dónde viene? —le interrogó el monje.
—Del monasterio que está arriba de la montaña —respondió el viajero.
—Y, ¿qué tal le fue? —inquirió el viejo
—Mal. Esperaba mucho más. Las enseñanzas fueron ligeras. La comida era mala. Las meditaciones resultaban muy largas y los estudiantes eran poco amigables.
El viejo monje escuchó con paciencia:
—Eres bienvenido. Sin embargo, con respecto a tu pregunta, no creo que encuentres aquí la felicidad.
El viajero se despidió y continuó su camino.
Más tarde, otro viajero en busca de la felicidad se acercó al monje y le saludó:
—¿En este monasterio hay un maestro? —indagó el viajero.
—Sí, yo soy el maestro —contestó el monje.
—¿Encontraré la felicidad aquí? —interrogó el viajero.
—¿De dónde viene? —devolvió la pregunta el monje.
—Del monasterio que está más abajo en el camino —respondió el viajero.
—¿ Y qué tal le fue? —preguntó el viejo.
—Muy bien. Superó mis expectativas. Las enseñanzas fueron profundas. La comida muy rica. Las meditaciones sencillas y mis compañeros amables y divertidos.
El viejo monje lo escuchó con paciencia:
—Eres bienvenido y, con respecto a tu pregunta, sí, aquí encontrarás la felicidad.
Como en la historia, en este mundo hay dos tipos de personas: las que buscan la felicidad y las que eligen ser felices. Esto, que puede parecer simple, produce el mayor contraste en la existencia. Si bien no es lo mismo no sufrir que ser felices, la cuestión más importante que considerar es: “¿Qué es ser feliz?”. La respuesta influye en todas las decisiones de la vida.
¿Cómo defines la felicidad, querido lector, la vives? A esta pregunta vital le dedicamos menos tiempo que a contestar un chat. ¿Se la has hecho a tu pareja, a tus hijos y amigos? ¿Haces de ser feliz una intención en tu día o consideras que es parte del propósito en la vida?
Claro que todos deseamos, en menor o mayor grado, ser felices. El hecho es que quizás “esperamos” que la felicidad llegue a nuestra puerta o la buscamos en el lugar equivocado. ¿Será que le tememos y renunciamos a ella por anticipado?
La vida nos devuelve lo que corresponde con nuestro estado interno. Una persona feliz puede ser más auténtica, mejor compañera de vida y más productiva que una enojada y resentida. Pero olvidamos que ese estado de gracia, además de producir placer, es terapéutico y nos sana y es también un camino espiritual.
Rumiar la pregunta “¿qué es ser feliz?” conduce a la reflexión sobre la vida; ¿se requiere honestidad y valor para responderla? Sí, cualidades que en ocasiones es difícil desarrollar y mantener, más los beneficios son enormes.
Pensemos en el pasado y honremos los momentos de eternidad en los que nos hemos sentimos felices. ¿Qué nos dejaron, qué nos pide la vida asimilar de ellos? Ahora pensemos en el presente, ¿qué desea la existencia que aprendamos y aprovechemos de ellos para las relaciones, el trabajo y nuestro entorno? Por último, imaginemos nuestro futuro, ¿hay alguna lección de la felicidad que todavía debamos comprender?
La felicidad no es algo que se enseñe, se descubra, se consiga o se pierda. Es algo que existe dentro de cada quien, que se reconoce y con lo que reconectamos. Somos responsables de recordar el vínculo con ella y de recrear los momentos en que se manifiesta.
Ser feliz es un viaje, sin duda, un viaje sin distancia. Ser felices es nuestro regalo al mundo. La opción de serlo está presente a cada instante. Como decía mi padre: “Los momentos felices hay que buscarlos, los malos llegan solos”.