Hay momentos en que sentimos el cosquilleo de estar vivos en cada célula de nuestro cuerpo; momentos en que la satisfacción va más allá de las ideas, las palabras o los pensamientos. En ellos experimentamos el poder y la fuerza del gozo total. Percibimos, literalmente, que el corazón canta. Instintivamente es lo que todos anhelamos y encontrarlo en lo que hacemos es vivir bendecidos.
Lo que quizá no tenemos claro es que la guía no es la mente, no es el deber ser, es el corazón. Desde jóvenes vamos con una venda en los ojos, tanteando el camino y atentos a cualquier sonido, aroma, sentir que nos lleve a esa meta en donde el corazón encuentra su música para cantar. Exploramos aquí, exploramos allá, elegimos mal, nos caemos, desperdiciamos años... o quizá no los perdemos, sino que son parte de la ruta que necesitamos transitar.
Cuando estamos cerca de nuestro propósito, el corazón comienza a soltar algunas notas y el cuerpo se siente bien. Esa es la señal más clara a la que debemos estar atentos, de lo contrario, podemos desviarnos del camino y, en ese caso, el corazón también avisa. Sentimos un vacío, una insatisfacción, el cuerpo enferma y la irritabilidad aflora. Aprender de estos vaivenes implica acumular experiencia, afinar los sentidos para que un día el llamado del corazón se vuelva contundente.
Una fuerza invisible
Si alguna vez has sentido, querido lector, lectora, como si una fuerza invisible te jalara hacia una determinada área, un determinado trabajo, un determinado conocimiento o una determinada persona, esa es la voz del corazón, que es nuestro maestro interior y su lenguaje es el gozo. Si lo escuchas cantar es porque estás en el lugar adecuado.
Sólo cuando el corazón canta es que reconoces la verdad esencial de la vida, lo que verdaderamente te importa.
Ese canto nos ayuda a diferenciar entre lo que es auténtico y lo que es apariencia, entre lo que es trabajar por obligación o con sentido y, finalmente, es la diferencia entre el amor y el miedo.
El corazón es tu maestro interior y sabe lo que debes hacer en cada situación en la que te encuentras. Esa es su inteligencia y privilegio; y cuando confías en él, encuentras tu verdadero poder.
Por otro lado, si crees que nunca has escuchado el cantar de tu corazón, te invito a entrevistarlo. Sí, a entrevistarlo y preguntarle: "¿Qué deseas?" y quedarte atento a las sutilezas de su respuesta.
Te invito a reconocer cuándo, dónde y con quién tu corazón canta. ¿En el trabajo, en tu casa, cuando sales a correr, cuando estás en la naturaleza? Quizá tienes la fortuna de que cante en muchos lugares, pero si canta en tu vida profesional, considérate muy afortunado.
Debo decir que, en lo personal lo soy. He tenido la fortuna de haber dado clases desde hace muchos años, que es lo que más me gusta hacer. Sentir que puedo aportar algo a la vida de alguien para que viva mejor, hace que mi corazón resuene con la música del universo y se ha convertido en mi pasión y misión.
“Y qué tal si…”
Sin embargo, con frecuencia y a pesar del gozo surge un problema: la mente. Esa mente que nos puede llenar de inseguridades, de frases como: “Y qué tal si…”, “y si pierdes esto…”, “y si te va mal…”, y demás. Haz oídos sordos a la voz del miedo, si bien dar el paso al vacío requiere valor y confianza, es cuestión de confiar a ciegas en la voz de ese maestro interior. Ten la seguridad de que no falla.
Finalmente, la razón por la que buscamos esa música con tanto afán es porque se trata de nuestra más elemental naturaleza.