“Si no puedes hablar bien de alguien, mejor calla”, es una expresión que escuché reiteradas veces en mi casa y que, por supuesto, no siempre seguí. No sólo se trata de un acto ético, algunas investigaciones científicas comprueban lo mucho que la maledicencia nos afecta. Comparto a continuación algunos datos al respecto.
La forma en que nos hacemos una opinión de las personas es un fenómeno del cual no somos del todo conscientes. Pero, para bien o para mal, la manera en que describimos a otros es la manera en que la gente nos percibe. Increíble pero, la gente no recuerda bien si el narrador se describía a sí mismo o a otra persona. A este fenómeno se le conoce como “transferencia espontánea de rasgos”. ¿Lo imaginabas?
Una parte importante de socializar, de reunirnos con los amigos, con la familia, con los colaboradores de trabajo es hablar acerca de lo que pensamos, de lo que nos aqueja y de lo que nos alegra. En eso consiste el gusto, el sentido de pertenencia que nos proporciona convivir con las personas, ¿cierto? Pues dentro de dicho contexto, es común que de pronto surja el nombre de alguien que no se encuentra presente. En esas ocasiones la mayoría de las veces solemos ser benevolentes y generosos en la opinión que expresamos, sino es que cautelosos y reservados, mas no siempre es así.
Pues te tengo noticias, las investigaciones de John Skowronski y su grupo, publicadas en el Diario de la American Psychological Association, (1998) nos dicen que, decirle a otros que tu jefe es flojo, creará de manera inconsciente y espontánea la percepción de que el flojo eres tú.
Podemos argüir: “¿Cómo?, ¡si yo no soy flojo!” Los estudios afirman que no se trata de una apreciación basada en la lógica, sino de una asociación inconsciente. Y que más allá de la ocasión, la gente asociará de manera permanente las características negativas que se critican con el emisor. ¿Qué tal? Lo bueno es que, también sucede de manera inversa: hablar de manera positiva de otros, se reflejará en tí.
Cuando Pedro...
¿Recuerdas aquel otro dicho “cuando Pedro habla mal de Juan, sé más de Pedro que de Juan”? Según Skowronski, “los políticos que atribuyen corrupción a sus oponentes, son ellos mismos los que pueden ser percibidos como deshonestos. Los críticos que alaban a los artistas, son ellos los que pueden ser percibidos como talentosos. Los chismosos que hablan de infidelidades, son ellos los que se ven mal”.
Así que, como podrás ver de aquí en adelante, si no vas a decir algo positivo acerca de alguien que no está presente, mejor cierra la boca. Además de correr el riesgo de que la persona un día se entere de lo que opinas de ella, quien acabará enterrado eres tú.
Los budistas dirían que es karma, otros más, que es la energía que surge de nosotros la que el interlocutor percibe. Cuando hablamos mal de alguien, dicha energía será incoherente, semejante al sonido de un instrumento desafinado. Dicha energía es captada por el otro y memorizada para referencias futuras. Una vez que el daño está hecho no hay marcha atrás, la semilla queda sembrada en la mente del otro.
¿Te gustaría ser asociado con cualidades como educado, carismática, encantador, culta, prudente, eficiente y alegre? Pues desde hoy incorpora dichas cualidades cada vez que hables de alguien.