¿Sabías que tú y yo tenemos un canal de información muy certero y efectivo que hoy en día nos sería muy útil explotar y que, sin embargo, no utilizamos?
Veamos: al encontrarte con una persona –ya sea un viejo amigo, una compañera de trabajo, un familiar o alguien desconocido– observa la sensación sutil que aparece en tu pecho, siempre hay una reacción. Si eres consciente la detectas de inmediato. Por ejemplo, puede ser que el pecho se abra cuando la persona te agrada o la quieres y se contraiga al sentir su energía, juicio o rechazo. Monitoréate, detente en un cuadro de la escena como si de una película se tratara, ¿qué sientes?, ¿cómo es esa leve sensación que pocos aprecian?
Nuestros centros de energía
A lo largo del día nuestros sentidos absorben el mundo y cada una de las situaciones que vivimos impactan nuestro estado interno. La tradición yogui, gracias a la práctica de las asanas, descubrió que tenemos siete centros de energía a los que llama chakras, estos se contraen o se expenden de acuerdo con una serie de factores. El que más conoces intuitivamente es el corazón.
El corazón es un centro de energía que de manera constante controla el flujo de ésta al abrirse o cerrarse. Cuando lo abres, expide un aroma muy agradable que atrae como nada en el mundo. En cambio, cuando lo cierras, el entorno se vuelve obscuro, hostil y nadie desea acercase a ti.
Lo interesante es que la energía permanece ahí, sólo que bloqueada. Si estás atento te darás cuenta de que sientes una ligera opresión en el pecho y un desencanto.
En la antigua medicina china a esa energía le llaman chi, mientras en yoga le llaman shakti y en Occidente le llamamos energía vital, entusiasmo, espíritu y está a nuestro alcance siempre. Es como el aire, hay para todos sin importar la edad, la conducta, las creencias o la manera de pensar. Somos nosotros quienes podemos abrirnos a él o bloquearlo.
Un buen trabajo de crecimiento interior es mantenernos abiertos a dicha energía, sin importar con quién estemos o la situación que se presente.
Lo más valioso
Partamos de que la vida sin energía no es vida. La energía es, después de la vida, lo más valioso que poseemos. Si alguna vez te has sentido sin ella por completo, sabrás que la vida carece de propósito, no tienes ganas de trabajar ni de levantarte de la cama. Entonces tener o no este tipo de energía interna es una decisión personal. ¿Qué tanto entusiasmo quieres sentir por lo que haces?, ¿qué tanto amor quieres experimentar?, ¿qué tan plenamente deseas vivir?
Cuando te cierras ante algo o alguien, te cierras no sólo a la persona o a la situación, sino a toda la fuente de energía que da un agradable aroma a tu vida. Todos lo hemos vivido. Durante una mañana, nuestro corazón puede convertirse en un acordeón y en la tarde, sin saber por qué, nos sentimos cansados. No dejemos al azar algo tan importante como nuestra energía.
La clave para una vida plena es mantenerte abierto, así de simple y así de complejo. Mantener el corazón abierto para dar y abastecernos de amor, de entusiasmo por la vida y de esa energía interna. Adquirir esta habilidad requiere un entrenamiento como cualquier otra disciplina física o mental. Es cuestión de poner atención a la energía sutil, a la información que emana del corazón para crear la conciencia de mantenerlo siempre abierto.
¿Qué aroma tiene tu energía? ¿lo has pensado?