Nos preocupamos por las batallas del mundo exterior, mientras en nosotros una fuerte ofensiva entre átomos, moléculas y electrones tiene lugar a cada segundo ante nuestra total indiferencia.
Es así que el organismo, sabio por naturaleza, siempre encuentra maneras de llamar la atención para solicitar apoyo cuando es necesario: un síntoma por aquí, un síntoma por allá, ¿pero qué hacemos? En lugar de atender el origen de la molestia, intentamos encubrirlo de alguna manera.
El enemigo a vencer: los radicales libres. Estos son moléculas eléctricamente cargadas en busca de electrones, se caracterizan por ser muy codiciosos: toman lo que necesitan de donde lo encuentran, ya sea de tu colágeno, de los lípidos de alrededor de las membranas celulares o de la proteína del músculo de tu corazón. Cuando este enemigo crece y persiste, el organismo cansado de pedir auxilio sin que lo escuchen, claudica, envejece o enferma.
Aunque la vida biológica de estos átomos inestables y muy reactivos dura milisegundos, en ese lapso tienen la capacidad de destruir todo tipo de células que encuentran a su paso.
La lucha del micromundo interior requiere atención y cuidado para dar refuerzos al cuerpo y que éste salga victorioso. Además, es la única forma de mantenernos jóvenes, saludables y llenos de energía.
Cabe aclarar que nuestro cuerpo produce radicales libres en cantidades razonables para combatir virus y bacterias; y, cuando están bajo control, el organismo los absorbe y neutraliza. Sin embargo, su sistema de defensa tiende a debilitarse con el tiempo y lo deja más susceptible a la enfermedad.
¿Cómo se forman?
Con el solo hecho de respirar produces radicales libres y si haces ejercicio de manera exagerada también. Si te estresas –física o emocionalmente–, si fumas, si eres pesimista, si te golpeas en alguna parte del cuerpo, si te expones a la contaminación, a los pesticidas, si consumes medicamentos, si duermes poco, si sufres una raspadura en la piel, si te asoleas, si comes grasas saturadas en exceso, si tuviste alguna cirugía o una infección, los radicales libres se elevan notoriamente causando un verdadero caos a nivel microscópico.
Los radicales libres son el origen del envejecimiento, además de ser la principal causa de arrugas y flacidez en la piel, están presentes en todas las enfermedades crónico degenerativas asociadas con la edad, como el Parkinson, el Alzheimer, la artritis, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares entre otras.
Así que como ves, más nos vale apoyar con antioxidantes a nuestro organismo de manera constante.
Es muy simple: el nivel de antioxidantes en tu cuerpo, y la actividad que desarrollen a partir de cada una de tus inhalaciones te hace más joven o más viejo.
¿Qué son?
Los antioxidantes son un grupo de sustancias con el poder de desactivar los radicales libres. Ellos son los responsables de un proceso vital para nuestro bienestar, tanto que ya forma parte de nuestro vocabulario cotidiano. No obstante, muchos usamos el término sin comprender con claridad los mecanismos que producen resultados visibles en el antienvejecimiento, la salud y el vigor.
La buena noticia es que podemos desacelerar el proceso de manera importante. Una de las principales formas es a través de hormonas, como el estrógeno, la melatonina, la testosterona y otras; las cuales entre muchos atributos, son antioxidantes altamente efectivos.
Debido a la interactuación de las hormonas con las células,
es necesario que revises tus niveles hormonales, en especial después de los 45 años de edad.
Continuamos…