Había una vez dos mercaderes que se odiaban y competían ferozmente en el mercado para acaparar a los clientes. Eran vecinos y a cada uno se le ocurría cada vez una artimaña más audaz para amolar al otro y salir ganando en las ventas del día. Si bien los dos eran buenos esposos y padres responsables, en lo referente a ganarle al vecino, se olvidaban de toda ética y moralidad. Así que un día, Dios cansado de verlos pelear y exponer su lado más oscuro, quiso darles una lección.
A cada uno de los comerciantes los llamó por separado y les dijo: “Pídeme lo que quieras que te lo voy a conceder, pero con una condición: lo que me pidas, tu vecino lo recibirá al doble”.
Primero, cada uno se puso muy contento y pensó de inmediato en pedirle a Dios oro, tesoros, tierra para sembrar; pero al saber que el vecino recibiría el doble, se arrepentía de solicitar riquezas. El tiempo para expresar sus deseos se terminaba, así que uno de ellos de inmediato dijo: “¡Ya sé! Te pido que me hagas ciego de un ojo”.
Esto que acabas de leer es una vieja leyenda de los Vedas. Muestra lo que el Bhagavad Ghita del siglo III a. C. quiere enseñarnos sobre la naturaleza del ser humano. Este libro de sabiduría milenaria, habla de los tres gunas que existen y se manifiestan en todas las formas y energías, desde el átomo hasta el hombre. Es decir, los tres pilares que sustentan la ilusión o maya del mundo material en el que vivimos: Satwas guna, Rajas guna y Tamas guna.
Guna es una palabra en sanscrito que significa subdivisión, especie, tipo o calidad. Es la calidad más sutil de la naturaleza, que existe en todos los seres en distintos grados de concentración y se mueve en los niveles físico, emocional y mental. Son fuerzas divinas o no divinas que están presentes entre nosotros, mismas que con frecuencia desconocemos e ignoramos que podemos neutralizar.
Cuando fallecemos, de acuerdo con la doctrina del hinduismo, el guna con el que hayamos vivido nos dará consecuencias positivas o negativas en el más allá. En el caso de haber vivido en el Tamas guna, como es el caso de la narración anterior, se reencarna –según su tradición– en las criaturas más bajas de la humanidad.
A continuación un poco más sobre esta filosofía:
Satwas guna. Significa la pureza de intención, la virtud, la luz, el despertar, la bondad. Es inteligencia, tranquilidad, balance. Cuando en una persona predomina el Satwas guna, hará lo correcto por el simple hecho de hacer lo correcto. La bondad y la sabiduría están presentes en todo su cuerpo y fluyen hacia el exterior. Sobra decir que es la fuerza del amor que provee la felicidad y la satisfacción duradera.
Rajas guna. Cuando no hay pureza de intención en las acciones que una persona hace, sino hay un interés oculto por obtener algo. Dominan el egoísmo, la ansiedad y la fatiga, la acción se dirige a desequilibrar la armonía existente. Es decir, “te ayudo para que me ayudes. Te quiero para que me quieras”. Hay una estrategia, una agenda oculta, una negociación. Cuando una persona vive en este guna, sobreviene la fragmentación y el sufrimiento.
Tamas guna. Como en el cuento que acabas de leer, cuando actúas con toda la mala intención, reina la ignorancia, lo material y la oscuridad, todo ello regresa a nosotros multiplicado. Se expresa la ignorancia, la superstición, la pereza que retarda, obstruye y entorpece. Así, las personas en las que predomina este guna son autodestructivas.
No cabe duda de que este mundo ilusorio nos engaña con la idea de que estamos separados. Todo el tiempo nos encontramos con nosotros mismos. Y lo que esta antigua filosofía nos deja es una gran enseñanza: lo que le haces al otro, te lo haces a ti.