En segundos ese inocente coral peculiar, se había convertido en un personaje de película de terror.
Mientras explorábamos el sublime paisaje de aguas transparentes, la variedad de corales, peces, colores y formas tanto en la fauna como en la flora del lugar, Nuh nuestro guía, nos señaló con el dedo a un coral que tenía algo de peculiar.
Perfectamente camuflado con su entorno, el “coral” sintió nuestra presencia a un metro de distancia y de pronto arqueó su cuerpo, retorció sus ocho tentáculos –hasta entonces flácidos y escondidos, para transformarse en una forma amenazante; su cuerpo cambió de color y su caparazón sacó un arsenal de espinas para cubrirse todo.
Aquello de que la realidad supera la leyenda, es totalmente cierto. Si lo hubiera visto a éste personaje en una cinta de ciencia ficción, pensaría que su existencia sería imposible, o bien, que se trataba de un ser de otro planeta.
Sin embargo, ahí en las profundidades del océano Índico conocimos al invertebrado que se considera el más –o uno de los más inteligentes y extraños que existen en el mundo entero: la sepia, que por lo general la conocemos sólo por su tinta. Pero ¿por qué hablarte de ella?
Si bien, no pretendo darte una clase de biología marina sobre éste molusco –que además, no sería la persona indicada--, quiero compartir contigo querido lector, lectora, las razones por las que éste inteligentísimo invertebrado con ojos en forma de “W” llamó poderosamente mi atención y lo que me recordó a nosotros, los seres humanos.
Uno de los animales más inteligentes
Nos alejamos un poco para observar a la sepia a distancia y poder seguir su camino por un buen rato. Lo que vimos a continuación era de no creerse. En unos minutos cambió su forma, colores y textura de manera radical, al grado de pensar que se trataba de diferentes especies; se transformaba de blanca y plana como la arena a mil formas indescriptibles, al menor estímulo.
Imagina una pantalla con millones de leds con posibilidades de reflejar un sin fin de formas y patrones complejos tipo rayas, cuadros, triángulos en olas que se mueven repetidas veces –como para hipnotizar a una posible presa, nubes pasajeras o incluso patrones tipo cebra en colores mates, luminosos y hasta fluorescentes, a una velocidad de milésimas de segundo; eso era su caparazón.
La sepia identifica el ambiente vía la frecuencia, la energía, el movimiento y la presión en las ondas del agua y se camufla de acuerdo al fondo sobre el que pasa o bien, a voluntad para comunicarse con sus pares a través de 35 estados de señales, como si fueran palabras. Lo anterior con una variedad de entre 42 y 75 colores diferentes, siete cambios de texturas en su caparazón y 14 posturas que cada una lo hacen verse como si fuera una especie diferente. ¿No es increíble?
Sin contar con que la sepia tiene el cerebro más grande de los invertebrados en proporción con su cuerpo, además de tres corazones, lo que le da una especie de inteligencia emocional muy especial. Por ejemplo, cuando una hembra se encuentra con otra, ambas producen en espejo el mismo patrón en su caparazón como para identificarse como amigas, lo que no ocurre ante un macho.
Me pareció increíble que Nuh nos platicara que cuando la sepia macho busca aparearse, le coquetea a la hembra con la mitad de su cuerpo a lo largo, en el que crea patrones de dibujos y tonos determinados para ello; mientras que a lo largo de la otra mitad proyecta una imagen totalmente diferente para ahuyentar a algún posible competidor. Y para matar, basta picar a su presa para paralizarla.
Bien, ahora te preguntarás:
¿Tan parecidos?
Los seres humanos al igual que las sepias somos seres inteligentes y extraños; camuflamos nuestros defectos, nuestra personalidad, nuestra manera de pensar y otras tantas cosas con igual destreza.
Intentamos cambiar nuestro caparazón para igualar el de los demás y sentirnos aceptados por el grupo –al igual que lo hacíamos de niños en la primaria.
Podemos sentir la energía, el ambiente, las frecuencias vibratorias de un lugar, así como las emociones de las personas y la capacidad de empatizar con ellas o hipnotizar a la posible presa.
Al igual que las sepias, los humanos también tenemos la capacidad de transformamos de un segundo a otro, de un ser educado, afable y tranquilo que busca a quién amar, en personajes de película de terror que buscan a quién atacar.
Como a este molusco, cualquier situación o persona que veamos diferente; que piense, opine o actúe de otra manera nos amenaza y provoca sacar nuestras espinas de la crítica; torcer nuestros tentáculos hasta parecer seres del mal y matar al otro con el veneno de la palabra.
Tan parecidos y tan diferentes…Como arriba es abajo y como adentro es afuera, dicta la ley universal. No cabe duda y cada día lo compruebo más.
Además de la belleza del subsuelo de nuestros océanos, ese día quedé convencida de su misterio, de las sorpresas que la naturaleza todavía nos depara y de todo lo que me falta por conocer a éste hermoso planeta.