La música es una de las principales referencias de mi infancia. Era primordial en la vida de mi padre, por lo que en mi casa se escuchaba a todas horas. Bastaba que él escuchara dos notas de una canción o melodía para que pudiera decir con certeza el autor, compositor e intérprete.
Sin buscarlo, en mi casa nos convertimos en amantes de la música y el ritmo. El ritmo suele estar adormilado en nuestro cuerpo, hasta que escuchamos una música determinada que lo despierta y nos invita irresistiblemente a movernos. Ese es su poder.
La música y las canciones de inmediato nos transportan a otros mundos, nos hace evocar cada una de las distintas etapas de nuestra existencia y nos trae a la memoria las emociones que en ese momento sentíamos. Ésa es su magia.
Incluso, puedo afirmar que en una relación de pareja el gusto por la música y el ritmo es un elemento importante de conexión y un ingrediente indispensable para el amor y para decidir pasar la vida juntos.
Mientras más analizo el tema, más comprendo que todo en la vida es ritmo. Ritmo en el universo y en nuestro cuerpo, en los planetas y en nuestros genes, en las estaciones del año y en el día y la noche. El ritmo es una característica inherente a la inteligencia universal; la naturaleza se autorregula, evoluciona y se desenvuelve mediante patrones rítmicos. El ritmo está ahí, en cada célula, en cada sistema y en todos lados. Si escucháramos los ritmos propios de nuestro cuerpo, podríamos vivir de manera más armoniosa y sana.
El ritmo es importante para bailar, para comunicarnos, para actuar. Incluso el ritmo de la rutina tiene su encanto y lo apreciamos después de varios días de vacaciones. A los niños tener un ritmo en sus horarios, en sus obligaciones y en sus tiempos de descanso les da tranquilidad. El cerebro ama el ritmo y los sonidos predecibles que es capaz de anticipar debido a la repetición, tan es así que estos provocan que segregue las hormonas del placer.
Los sonidos rítmicos no sólo coordinan el comportamiento de las personas en un grupo, sino que sus procesos mentales también se sincronizan. Por tal motivo, el sonido de los tambores une a la tribu en una ceremonia o el ejército marcha al son de las trompetas hacia la guerra.
Solemos asociar el ritmo con movimiento, sin embargo, ese es sólo uno de sus aspectos. También hay ritmo en las palabras, en los colores, en las relaciones y en una conversación.
Hay ritmos que se sienten y no se ven ni se escuchan. Nuestra vida se rige en gran medida por ellos, ritmos internos y externos que modifican nuestra conducta y son una parte fundamental del día a día. Los ritmos internos incluyen el del corazón, la inhalación y la exhalación constantes, los circadianos (los patrones biológicos internos), la apoptosis —que no es más que el constante ritmo de morir y renacer de nuestras células.
Podemos decir que una persona sana tiene sus ritmos en armonía y eso se refleja en su exterior; se mueve rítmicamente y es evidente en ella la coordinación de los sentidos, pues así es como percibe la vida.
Sin los ritmos de la vida diaria, habría caos y desazón en nuestra rutina y en nuestras relaciones. Y así como hay ritmos dados, hay ritmos que deben encontrarse o crearse, lo que significa una oportunidad para el autoconocimiento y la creatividad.
Te invito a estar atento a esa musicalidad de la cotidianidad y a los ritmos que te distinguen y que compartes con otros, para que disfrutes con mayor plenitud de cada instante que esta vida te regala.