¿Cómo te sientes? Pregúntatelo; pues, ¿sabías que lo que piensas lo sientes, lo que sientes lo vibras y lo que vibras lo atraes? Veamos…
Einstein decía que “todo en la vida es vibración”. Cada átomo y cada molécula oscilan, por lo tanto, tienen vibraciones que se miden en frecuencias. Estamos rodeados de las ondas y frecuencias que emite el entorno, vivimos dentro de un acuario de energía.
Es asombroso saber que, en este preciso momento en que lees estas líneas, la Tierra gira a una velocidad de 1,496.69 km por hora. Y que, a su vez, gira alrededor del sol a una velocidad de 106,998.845 km por hora; lo que genera una vibración de la cual, jamás nos percatamos. Como tampoco nos percatamos de tantas y tantas otras cosas que nuestra capacidad limitada, no alcanza a percibir.
Durante el siglo xx, los físicos descubrieron que la materia es en realidad energía. Los seres humanos, como un elemento más del universo, con los árboles, las plantas, las flores, las constelaciones, los átomos, los muebles, los animales, las piedras, incluso el mar y las montañas, el aire, los colores y los lugares, emiten energía y, por lo tanto, una frecuencia vibratoria que si bien no vemos, sí percibimos y nos afecta de manera constante.
Si observáramos cualquier objeto sólido con un microscopio muy potente, podríamos comprobar que la estructura más ínfima de las cosas no es materia –como quizá pensábamos– sino ¡vacío! Ese vacío es energía. Y dicha energía vibra y tiene una frecuencia, ¿me sigues? Además, la energía tiene dos cualidades: es fuerza y es información. Las cosas se ven sólidas porque su energía vibra un poco más despacio que la velocidad de la luz.
Somos seres eléctricos, somos un imán
El significado de la palabra “vibración”, tal como la usamos en la actualidad, tiene origen en los inventos del científico Nicola Tesla, quien descubrió que, absolutamente todo tiene frecuencia eléctrica y energía vibratoria. Somos seres eléctricos hechos de células que vibran rápidamente, cada átomo en el universo oscila a diferente velocidad.
Todos nos conectamos e intercambiamos energía de manera constante, la mandamos y la absorbemos. Nada está aislado de nada y nada está inmóvil.
Stephen Hawking, el científico inglés, decía que “lo que ahora parecen paradojas de la física cuántica, será algo de sentido común para los hijos de nuestros hijos”. La realidad es que nos cuesta trabajo comprender lo que algunos científicos se atreven a afirmar.
Los pensamientos crean emociones y las emociones son energía en movimiento, ¿de acuerdo? Este movimiento genera una vibración y esta vibración manda información, señales eléctricas que enviamos incluso a distancia. Es decir, somos una gran antena que emite y recibe constantemente vibraciones electromagnéticas.
Lo interesante es que, cada momento del día, seamos o no conscientes, emitimos vibraciones de amor, de enojo, de aceptación, de rechazo, en fin. Y la energía que emanas, siempre regresa a ti; no tengas la menor duda, se trata de una ley universal.
Esa ley guía el como cumplimos o no nuestros sueños. Asimismo, el universo no te da lo que quieres sino lo que eres, lo que vibras. Cuando cambias tu vibración, cambias tu experiencia del mundo por completo, y créeme, esto no es filosofía “new age”, es ciencia. El sólo conectarte con la gratitud, te conecta con lo macro, con lo bueno, con el bien.
Por eso, el universo no nos da lo que queremos, sino lo que somos, lo que vibramos. Cuando cambiamos de vibración, cambiamos por completo la experiencia del mundo. Tú ¿en qué frecuencia resuenas? te lo has preguntado.
*Texto extraído de mi nuevo libro “Energía: Tu Poder”