Sentimientos encontrados. Pareciera que la Tierra al moverse nos hubiera movido el alma a todos. Orgullo y desolación es lo que hemos sentido durante estos días. Parte de nuestro ser está en lo que debemos hacer y otra parte está en ¿Ya habrán sacado de los escombros a todas las personas que tienen vida?
Siento en el pecho un profundo peso, me cuesta trabajo conciliar el sueño o encontrar energía para hacer mi trabajo. Sé que así nos sentimos la mayoría de los mexicanos, porque las energías se empatan, flotan en el aire ante la pérdida y la desesperanza.
De la misma manera, siento un gran orgullo por la gente de mi país, como sé que también la sentimos todos. Compasión por los que sufren y orgullo por los que arriesgan su vida por otros.
La compasión borra fronteras de todo tipo, nos une y nos regala el reflejarnos en el otro y comprender que todos somos uno. Cuando por la desesperanza, las emociones como la gratitud o el aprecio se perciben muy lejanas, la compasión es la que nos lleva a una coherencia interna en el ritmo cardiaco que se traduce en calma.
La compasión nos abre, nos hace ver y percibir más allá de lo que sabemos o asumimos comprender. Es por eso que saca lo mejor de nosotros mismos.
Basta ya
Interpreto esta fuerte sacudida de la Tierra, como si nos tomara de los hombros y nos zarandeara de manera individual para gritarnos: “Despierta, date cuenta de lo que eres y de lo que vales”.
¡Despertemos! Basta ya que los mexicanos tengamos un concepto negativo de nosotros mismos, como el de corruptos, tramposos o criminales. Despertemos al hecho de que la constante difusión de todo lo malo que sucede en nuestro país, a través de los medios, sólo refuerza aquello que quisiéramos eliminar y termina por hacernos creer que así somos. ¡Qué ceguera! Y cuánto nos destruye.
Somos mucho más que eso. Esa ceguera nos impide ver el gran corazón que tenemos y lo grandes que unidos somos.
Al ver la foto de portada del Reforma del 21 de septiembre, donde los voluntarios a altas horas de la noche, siguen salvando vidas a pesar de la lluvia, lloré de orgullo y de agradecimiento.
Reconozcamos ese gran potencial, ese nuestro poder que surge en situaciones de emergencia como las de esta semana.
Reforcemos nuestro valor, nuestro orgullo, nuestra mexicanidad. Recordemos a nuestros hermanos indígenas.
Seamos conscientes de lo que valemos, no por las riquezas que tiene nuestro país y que de sobra conocemos, sino por la nobleza que traemos en la sangre mexicana.
El día en que lo reconozcamos, caeremos de rodillas por el asombro y el amor por nosotros mismos. Ese día elegiríamos comportarnos de la manera en que así lo refleje.
Si lo puedes ver lo puedes ser
Piensa ¿Quién tiene nuestra solidaridad, nuestra compasión, nuestra fortaleza, nuestro sentido de hospitalidad, nuestra capacidad de entrega y trabajo cuando nos tocan las fibras internas o se trata de sacar un proyecto adelante? De estas cualidades deberíamos hablar en los medios, en las redes sociales, en nuestras instituciones educativas y en nuestras mesas familiares. Te invito a hacerlo.
A veces en las caídas es que podemos ver la escena completa. No perdamos la oportunidad que la desgracia nos brinda. Esa compasión y ese orgullo que hemos mostrado necesitamos tenerla para con nosotros mismos. Escuchemos a la Tierra para dejar que nos sacude y nos grita: “Despierta, date cuenta de lo que eres y vales”.