Hay maneras de vivir y maneras de vivir. Si bien es cierto que conocemos a las personas durante los eventos de la vida cotidiana, un conocimiento más profundo se nos revela ante su conducta frente a los retos y la adversidad.
“Prefiero morir de dolor que gritar”, es una frase que Isabel de Portugal, reina de Castilla, pronunció ante los dolores de parto de su primer hijo. Una mujer que fue adorada por su esposo como pocas, así como por el reino entero, y que bien podría ser un ejemplo para muchas personas.
Ese tipo de dignidad interior lo podemos encontrar también en el campesino que a diario se levanta para trabajar la tierra, en la madre soltera que se parte en cuatro día a día con una sonrisa en la cara o en el enfermo que acepta su condición.
Clarissa Pinkola describe dicha cualidad en el libro Mujeres que corren con los lobos, como el resonar de esas fibras internas no negociables, que vibran ante una situación límite. La dignidad interior –el secreto de muchos a quienes admiramos– es la que nos hace salir adelante, luchar y enfrentar cualquier reto, es nuestro principal motivador y motor.
Hay quienes nacen con esta fortaleza y son capaces de mantener la compostura ante retos importantes de manera natural; otras cuya fe las mantienen de pie y aquellas a quienes las define la resiliencia, le determinación y una valentía especial.
La dignidad interior nos eleva a planos en los que los elementos de nuestra vida toman otra perspectiva y otro camino, nos brinda posibilidades de transformación real.
La dignidad interior también se entrena
A todos se nos presentan piedras en el camino y vivimos situaciones en las que los desengaños, las decepciones o la enfermedad nos tambalean. Son retos que forman parte de la vida. Sin embargo, cuando aparecen es el momento menos adecuado para aprender a lidiar con ellos. Si no estamos preparados, nos pueden hundir en la depresión o provocar el desplome de nuestra autoestima.
Si bien todos tenemos una dosis de dignidad, ésta se tiene que ejercitar en los momentos en que la existencia parece estar acomodada; es como abonar ahorros a la cuenta bancaria para el día en que se requieran. De acuerdo con algunos estudios, la gente con estrés constante, resentimiento, enojo o algún tipo de emoción negativa, mantiene el flujo de cortisol –la hormona del estrés– en la sangre, lo que con el tiempo se vuelve un elemento tóxico potente que bloquea la claridad mental y lleva a carecer de autocontrol ante cualquier nimiedad.
Para contrarrestar lo anterior, el silencio, la respiración desde el corazón y el contacto con nuestro interior son lo más indicado para una rutina sanadora.
Respiración de corazón
Esta técnica, consiste en llevar la atención al centro de tu pecho e imaginar que inhalas durante cinco segundos y exhalas lenta y profundamente durante otros cinco segundos a través del corazón. Una vez que realizas varias respiraciones comprobarás que de inmediato estarás más relajado.
Observa que durante el día solemos respirar sólo con la parte alta de los pulmones, como producto de nuestra poca conexión interior.
Ahora, visualiza que inhalas ese sentido de dignidad profunda, que te llenas de fortaleza y de gusto por la vida. Esta práctica la puedes hacer durante unos minutos al levantarte por las mañanas y repetirla varias veces a lo largo del día, hasta formar un nuevo y placentero hábito que ayudará a abonar puntos a tu cuenta de dignidad interior para el momento en que la necesites.