Antes de que el sol arrecie, salgo a caminar a la playa. Suelo ir a Cancún con cierta frecuencia por razones de trabajo de mi esposo. Desde hace años, aprendí que debo llevar dos o tres bolsas de basura, para recoger tanto lo que el mar arroja, como lo que los turistas dejan de “recuerdo”.
Me gusta hacerlo y las razones que me motivan son, en primer lugar, ayudar a salvar a las especies marinas y a las aves que, pensando que son alimento, degluten el plástico o las tapas de botellas que abundan; al hacerlo muchas veces mueren pues se les quedan atorados en la garganta o en el intestino. Asimismo, los animales, como las tortugas, por ejemplo, quedan heridos con los popotes que se les encajan en la nariz, o bien atrapados por objetos de plástico.
¿En bolsa de plástico? No, gracias.
