“¡La novia se veía radiante!”, “cuando habla del tema que le apasiona, brilla”, “se le iluminó la cara”, “su mirada tiene un resplandor especial”, “desde que entró a ese trabajo irradia luz”, “hay personas que iluminan un lugar cuando llegan y otras, cuando se van”. Emociona saber que lo anterior, no sólo son expresiones poéticas, románticas o metáforas: son una realidad.
Todos hemos dicho o escuchado frases similares para describir el resplandor que las personas adquieren cuando se enamoran, concluyen un proyecto con éxito, realizan algo con pasión, festejan un triunfo, ayudan a los demás, o bien, se sienten agradecidas.
La ciencia moderna confirma ideas que la sabiduría antigua ya proponía. Somos más que átomos y moléculas que conforman un cuerpo. Somos seres que emiten, se comunican con y están formados de luz.
¿Cómo es esto? Los seres humanos emitimos luz por medio de los biofotones. ¿Qué son los biofotones? Partículas de luz coherente ultra débil, de baja visibilidad dentro del espectro ultravioleta. Los sistemas biológicos los absorben, almacenan o emiten. Todas las células vivas de las plantas, los animales y los seres humanos emiten biofotones. Se considera que son el resultado de una metabolización de la energía dentro de las células.
Los biofotones no son visibles a simple vista, pues la sensibilidad de nuestros ojos tendría que ser mil veces mayor para percibirlos. Pero, aunque imperceptibles son esenciales para el buen funcionamiento de las células. En el nivel molecular, los biofotones se almacenan en el adn. Esta “luz interior”, que es energía con información, parece ser más veloz que la transmisión bioquímica.
Se cree que las células de muchos organismos vivos, incluido el ser humano, utilizan los biofotones para transferir información intracelular por medio de energía sutil, pero también la conducen fuera del cuerpo, de acuerdo con el físico alemán Fritz-Albert Popp, pionero en este tema.
Si partimos de la base de que toda la comida que ingerimos existe gracias a la luz del sol, quizá no sea tan descabellado afirmar que nosotros, a través de los biofotones, somos seres de luz y también emitimos luz.
Por otro lado, los biofotones existen en nuestros ojos y el cerebro los produce. La piel también capta energía e información de la luz del sol. Es decir, la piel contiene células capaces de atrapar de manera eficiente información de la radiación ultravioleta.
En la medicina antigua china, a los biofotones se les llamaban Qi. Lo interesante es que ahora la ciencia se abre a la posibilidad de aceptar el sistema de meridianos descrita por esa práctica curativa. Dicho sistema está compuesto por una especie de cables de fibra óptica que conducen información en forma de biofotones, lo que clarifica el funcionamiento de algunas terapias alternativas.
Lo que me parece relevante de estos descubrimientos, es que un estudio publicado en el periódico Investigación Clínica, titulado “Evidencia acerca del poder de la intención”, sostiene que los biofotones que el cuerpo emite pueden producirse a partir de una intención mental y modular procesos fundamentales entre las células y la comunicación del adn.
“La intención directa se manifiesta como energía eléctrica y magnética y produce un flujo ordenado de fotones. Nuestras intenciones parecen operar en frecuencias altas de coherencia capaces de cambiar la estructura molecular de la materia.”
En conclusión, la salud es un estado de comunicación perfecta entre los biofotones. ¿Cómo recargarlos? Con alimentación sana, el consumo de mucha agua, ejercicio, pero, sobre todo: amor, pasión, agradecimiento y acciones que beneficien a los demás.