Antes de juzgar el caso que te voy a presentar, considera la posibilidad de vivir lo mismo sin ser consciente del todo y quizá en menor grado.
Claudia todo el día se preocupa por sus hijos. En su día a día sólo piensa en dónde andan, qué hacen por lo que varias veces al día los localiza por chat para preguntárselos; también investiga quienes son sus amigos, para ver si les convienen o no la relación y se angustia cuando tienen gripa, cuando salen de fin de semana o de vacaciones e incluso cuando está con ellos y hace un poco de frío, les pide que se abriguen. Estar con ella es aburrido porque significa escucharla hablar sólo de sus hijos.
Cualquiera de los que hemos sido padres, de algún modo podemos entender esto; lo que hace especial el caso de Claudia, es que sus hijos ya tienen ¡42 y 45 años de edad! Sólo que para ella, esa preocupación permanente significa que los ama, además de que es una forma en que encontró o creyó haber encontrado su valía personal.
Claudia, claro se encuentra llena de achaques como resultado de vivir en constante estrés, pero lo curioso es que ella no relaciona una cosa con la otra. Cuando sus hijos salieron de casa, cayó en depresión durante un periodo de seis meses. Su sentido de vida se había ido junto con ellos, sin embargo encontró la forma de seguir sintiéndose útil –según ella, ante los ojos de sus hijos a través de la preocupación. ¿Conoces a alguien así?
Hay amores que matan…
