¿Qué tan ordenada tienes tu casa, tu oficina, tus cajones, tus papeles? Alguna vez escuché, con un poco de incredulidad, que el nivel de orden que tenemos en nuestro entorno es un reflejo fiel de nuestro orden mental. Sin buscarlo ni procurarlo me he dado cuenta de cuán cierto es.
Como a mucha gente le sucede, el ritmo de la vida diaria no me permite dedicar tiempo a ordenar mis cosas. Si no fuera por la persona que me ayuda en casa, viviría en un absoluto orden desordenado. Sinceramente, los fines de semana sólo pienso en descansar, en salir de la ciudad o en ver una serie de televisión junto a mi esposo, pero nunca invierto el tiempo libre en ordenar mis cosas, me parece un desperdicio.
Un día, debido a la solicitud de una amiga que abriría una biblioteca en una comunidad ladrillera, empecé a depurar mis libros, los cuales –lo digo sin exagerar– suman más de dos mil títulos. Fue una odisea sacar uno por uno, evaluarlo y decidir sobre su permanencia. Una vez iniciada la tarea, lo que sucedió en mi interior fue algo muy liberador. A pesar de tener una agenda llena, nada me importaba más que continuar con esa limpieza.
Regalé más de mil libros, limpiamos estantes, recatalogamos y numeramos cada uno de los que volvieron a su lugar. A continuación saqué, desempolvé, tiré y cambié todo cuanto estaba en mi estudio. ¡Qué delicia! Por supuesto seguí con otras áreas de la casa. Con cada espacio que liberaba, dentro de mí sucedía lo mismo. Hoy siento más amplitud, más orden y más aire en mi mente.
Curiosamente, lo anterior ha coincidido con un giro que he dado en lo profesional. También me sucedió sin buscarlo, simplemente sentí un llamado y todo mi cuerpo me dice que ha sido la decisión correcta. ¿Casualidad o causalidad? Lo ignoro, lo genial de esta coincidencia es que una cosa ha sido el reflejo de la otra: desechar, renovar, tirar, cambiar ha sido renacer. Y se siente muy bien. Es muy cierta la frase de Bertolt Brecht:
“La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”.
Pero regreso al desorden y lo que éste implica, pues la desorganización y la acumulación de objetos en el fondo del cajón son como un mecanismo por el cual las cosas desaparecen de nuestra mente consciente, pero en el inconsciente nos producen un tipo de estrés que pesa y mina nuestra energía.
El desorden, de acuerdo con Bonnie Davis, autora de The Power of Decluttering, tiene muchas consecuencias: provoca cansancio, impacta el peso corporal, nos ata a vivir en el pasado, a poner pausa a la vida, induce un sentimiento de culpa y vergüenza, agrega confusión innecesaria, afecta la manera en que la gente nos trata y el respeto que nos tiene, induce o aumenta las probabilidades de una depresión y causa desarmonía en la familia y entre amigos o compañeros de trabajo.
Aquí algunos consejos para ordenar de manera efectiva:
1. Comienza poco a poco. No trates de limpiar tu casa u oficina en un día. Elige un mueble y ve de cajón en cajón. Al vaciarlo, separa en cajas lo que te sirve, lo que vas a regalar y lo que vas a tirar.
2. Si te encuentras con fotos o cartas que te invitan a leerlas, ponlas en una caja para verlas después, porque si te detienes en cada una te tardarás horas.
3. Con cada cosa pregúntate: "¿Lo he usado en el último año, lo volveré a usar? Y decide sin piedad. Verás que sucede como con el ejercicio: al principio cuesta trabajo y después es delicioso.
4. Establece un límite. Dedica una hora, dos o las que quieras por día, para que no te aburras, te agotes y te desanimes para continuar o volver a hacerlo.
Encontrarás que la sensación de espacio y libertad se vuelve adictiva. Decídete.