¿Qué te hace respirar? | Gaby Vargas

¿Qué te hace respirar?

Hay algo que todos, sin excepción, hacemos: respirar. Respirar es la auténtica fuerza de vida, es el gran ecualizador, es el primer ritmo que experimentamos como seres humanos. Hoy más que nunca necesitamos respirar bien, ¿cuántas personas sufren por no poder hacerlo?

 

Hay maneras de respirar a maneras de respirar. La primera es la mecánica, automática, que no requiere conciencia. En cambio, la segunda –a la que hoy me quiero referir– es un tipo de respiración consciente que puede transformar nuestra vida por completo. Y no exagero.

 

La respiración consciente fortalece el sistema inmunológico, cambia el ritmo de los latidos del corazón, el ritmo digestivo, impacta el ciclo hormonal, la salud del corazón y, sobre todo, nos regresa al lugar donde abundan el amor, la paz y la bondad.

 

Te pido, querido lector y querida lectora, que sostengas el brazo en el aire y aprietes el puño lo más fuerte que puedas durante unos segundos. Observa cómo de inmediato dejas de respirar. El efecto no sólo ocurre en el nivel físico, también se da en el mental y emocional. Cuando las cosas en el exterior se ponen difíciles, cuando te sientes incompleto, estancado y triste, la respiración consciente nos guía de regreso al espacio de la resiliencia.

 

Cuando resuelves un problema, de manera inconsciente exhalas y dices: “Aaaah, al fin respiré” o “ya puedo respirar”. Y si bien se trata de una metáfora, es totalmente real. Buena parte de la vida se identifica con la buena respiración y el 70 por ciento de nuestra energía proviene de ella; además, 50 por ciento de las toxinas del cuerpo se eliminan mediante la respiración. ¡No es poca cosa!

 

Pero la pregunta es: ¿a ti qué te hace respirar?, ¿qué cosas te llevan a exhalar con alivio? La naturaleza, el ejercicio, un café a media mañana, meditar, un baño de sol, el abrazo de tu ser amado. Incluso hay personas que forman parte de nuestra vida y son un respiro. ¡Qué privilegio! Su sola compañía nos provoca ese “respiro” de felicidad. Identifica quién y qué te regalan ese alivio, atesóralos y no los sueltes.

 

Y, por otro lado, nota también las cargas que traes que te impiden respirar. El trabajo, las responsabilidades, los hijos, tu pareja o un tema de salud. Creo que nadie se salva de esos ingredientes de la vida; pero, entre más cargamos, menos respiramos. Sin embargo, a veces la carga no está en lo que cargas, sino en cómo llevamos la carga.

 

Primero lo primero

 

Regálate cinco minutos. Procura con tu postura, una caja torácica lo más amplia posible para que los pulmones trabajen como deben. Haz de esta posición corporal una constante en tu vida. Al inhalar por la nariz de manera lenta y profunda, expande tu diafragma que tiene forma de domo y desciende hacia el estómago para darle espacio a los pulmones. Al exhalar, sólo relaja el diafragma, no forces la salida del aire. Relaja hombros, cuello, mandíbula y brazos.

 

En cada inhalación imagina las olas que llegan suavemente a la orilla del mar y en la exhalación regresan para incorporarse al ciclo fluido de la marea. La inhalación y la exhalación conscientes son la puerta por la que entramos a dimensiones más profundas, nos llevan del hacer al ser y son compañeras constantes que nos cuida, dan vida y equilibran.

 

La respiración te hace recordar la verdad que hay en ti; también es una elección de conciencia. Y la conciencia es la única que nos hace estar de regreso en casa. Cuando regresamos a casa vía la respiración, nos damos cuenta de que tenemos más de lo que necesitamos para ser felices.

 

Y a ti, ¿qué te hace respirar?

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