“Llegué a mi casa cuando salía el sol. Gaby dormía, pero me sintió y de inmediato me preguntó: ‘¿De dónde vienes a estas horas?’ Mi respuesta fue: ‘Compré un DC-6 pero se me hundió en el pasto del camellón’. Con los ojos desorbitados por el asombro, me dijo ‘acuéstate, mañana hablamos…’ Ya después me confesó que creyó que estaba drogado por lo inverosímil de mi narración. Era el año 1957.”
Lo anterior lo escribió Joaquín en un breve relato para su familia. Lo que nunca imaginó es que ese acto descabellado sería el inicio de un futuro insospechado.
Joaquín estudió hasta 6º grado de primaria en la escuela Benito Juárez, pero su habilidad como vendedor era nata. A los 21 años de edad, después de haber perdido un ojo en un accidente de trabajo, llegó a una tienda del Centro Histórico de la Ciudad de México y solicitó empleo de vendedor a comisión (sin sueldo) de línea blanca. Pronto destacó y se convirtió en el mejor vendedor de la tienda, pero Joaquín soñaba con mucho más.
Después de varios años, logró su sueño de venderle “hasta el último tornillo” a la Fuerza Aérea Mexicana. Con las comisiones de dichas ventas construyó una gasolinera en el Boulevard Puerto Aéreo, la cual llenó de innovaciones, por lo que pronto rompió el récord de ventas de gasolina en todo el país.
¿Quién era Joaquín Vargas?
