La energía grupal puede ser una vitamina para el alma o un veneno letal. Es algo que no se ve, pero que se siente en el vientre. La mayoría de las veces no es una percepción racional, la reacción a ella es instintiva. Tiene una característica: es muy contagiosa.
Cuando la energía de grupo es nutritiva funciona como un pegamento que nos adhiere a las sillas y hace que la sobremesa se prolongue por horas, que el personal de una empresa trabaje en sincronía y la producción fluya, o bien, que nos sintamos bienvenidos en un lugar o deseemos salir corriendo de él.
A nivel macro, puede multiplicar rencores y provocar guerras, o bien, amores y pasiones que hacen de un concierto o un partido de futbol un evento memorable.
Durante este año de pandemia se ha generado otro tipo de energía de grupo –conformado mundialmente– que no habíamos experimentado en los últimos cien años. Los portugueses atinan al darle un nombre a esa mezcla de emociones entre nostálgicas, melancólicas, amorosas y un tanto dolorosas: saudade.
¿Alguna vez te has sorprendido mientras miras la nada y recuerdas con tristeza a alguna persona o una actividad pasada? ¿Te ha ocurrido que de pronto, de manera inusitada, rememoras el gran amor de tus abuelos o tu infancia y sonríes? Si alguna vez echas mucho de menos algo, tanto así que llega a dolerte y te dan ganas de llorar pero luego sonríes, pues sobreviene la memoria de momentos únicos y simples, entonces has sentido saudade.
Ninguna palabra en español es capaz de recoger, al mismo tiempo, el sentimiento de ese tipo que proviene de un recuerdo alegre y lleno de nostalgia. En México podemos llamarlo nostalgia o melancolía, en España podría ser morriña, pero nada se acerca a saudade.
Es, como describió el escritor portugués Manuel Melo, un bien que se padece y un mal que se disfruta; una palabra emocional que sin duda es difícil encapsular en un significado único. “La saudade que más duele es la de quien se ama. De la piel, del olor, de los besos. De la presencia y hasta de la ausencia consentida”, escribió Miguel Falabella.
Saudade, la presencia de la ausencia, como tal, es el estado emocional en el que se mezcla lo dulce con lo triste, el anhelo de alguien o algo que recordamos con cariño y que sabemos que muy difícilmente regresará.
En lo personal he vivido la saudade de varias formas y agradezco haber encontrado esta palabra gracias a mi amiga Verónica Torres, quien me habló de ella. Por ejemplo, ante la idea de volver a reunirme con mi grupo de filosofía, con mis compañeros de la clase de yoga, con nuestros amigos de comidas o amigas de café. El Zoom no provoca ni genera esa energía de grupo que tanto alimenta el alma.
Saudade es el vacío causado por la distancia de la persona amada, un sentimiento profundo difícil de conjurar. Después de un año de pandemia, para muchos, este sentimiento se ha profundizado. Tenemos saudade de volver a conectarnos con el mundo, de viajar, de ver a nuestros amigos y nuestra familia. Saudade de viajar, salir o permanecer tranquilos en un lugar público sin el temor a contagiarnos.
Bien dicen que no valoramos las cosas mas que cuando las perdemos, como sucede con algo tan cotidiano, tan dado por un hecho, como es estar en presencia de la gente. Sentir la vida activa de un restaurante, una librería, una exposición o hasta de un centro comercial. Parecía tan poco trascendente y superficial, sin embargo, me doy cuenta de que es un motivo para sentir saudade.
La energía de las personas es necesaria para vivir, así que la próxima vez que sientas esa mezcla de emociones, ya sabes que es: saudade.