Splash, es el sonido de la vida, está en todas partes y alude al líquido que da origen a todo. Es el fluido que forma alrededor de 75 por ciento del cuerpo; la solución que una vez que penetra en la tierra tardará entre 100 y 1000 años en volver a ver la luz en algún manantial. Esa valiosa sustancia que daña o beneficia según sea excesiva o escasa y que un día se cotizará a precios exorbitantes en Wall Street. Ese fluido es el sustento de los besos, las tormentas, el sudor, la sed, las mareas, la sopa, las lágrimas, la ducha, la resaca, los huracanes, la sangre, hasta el drenaje o la lluvia: el agua. ¿Qué haríamos sin ella?
El agua no sólo está en todas partes, sino que tiene que ver con todo y todos. Javier Gutiérrez en su libro Splash nos transporta con una prosa sencilla y profunda hacia los líquidos que son la vida en nuestra vida, su esencia. La lectura de este libro provoca que el alma sonría y después se oprima. Con sus descripciones nos reflejamos, identificamos y percatamos de momentos tan cotidianos, que por el hecho mismo de serlo ya no vemos. Desempolva sensaciones comunes y valiosas, pero también relegadas o ignoradas, como lo es tomar una ducha, y las convierte en prodigios.
“Bajo el chorro del agua, resulta ineludible cerrar los ojos un momento, instante que se vuelve boleto de escape, borrón y cuenta nueva, invitación para la imaginación, para abrirlos con ganas de estar en otro sitio (…), una aspiración profunda basta para retomar el ánimo que requiere cada nuevo día.”
Subidos en una balsa, recorremos el hilo conductor entre el vientre materno y las sirenas, las lágrimas, el mar, el amor y el sexo. Entre la sed y la luna. Sin embargo, me quiero detener en uno de los temas qué más me gustaron del libro: los besos. “(…) Esa fuerza capaz de poner de rodillas a cualquiera”, que la mayoría hemos tenido la fortuna de experimentar.
¿Quién no recuerda su primer beso? Ese despertar al mundo desconocido de las sensaciones corporales placenteras y, quizás en su momento, culposas (al menos para quienes fuimos educados en escuelas católicas). Javier relata de manera divertida ese primer beso y la relación ingeniosa con los juegos de azar, es decir, con el “castigado” que tenía que besar a quien la botella señalara. Dicha narración me transportó a mi pubertad y a las mariposas en el estómago que sentí al haberlo jugado a escondidas de mis papás.
“A las 6:45 tiempo del Centro, la botella se detuvo… sobre mi cabeza, el cielo de agosto se estremeció en un trueno lejano y sordo. Alcé la vista y me encontré con la mirada de Itzel, mi vecina (…) nunca encontré las palabras que hicieran justicia a la experiencia más reveladora, fortuita y carente de toda lógica que había vivido hasta ese momento”, narra Javier.
Sin bien hay de besos a besos, todos transmiten un mensaje. Un beso, puede ser irónico, tierno, apasionado, prometedor, símbolo de traición –como el de Judas– o de muerte –como en la mafia. Puede sanar la herida de un niño, o conquistar un país entero, al ser depositado en la tierra que se visita. Puede ser un insulto, dependiendo de quien venga, o ser el medio para la máxima de sus expresiones que es el amor.
Más allá de esto, los besos –a decir de Javier– son el encuentro más vulnerable entre dos que han descubierto la manera de desaparecer todo a su alrededor y, por otro lado, están hechos de la energía con la que está construida la historia de la humanidad.
Splash: es un libro que penetra como la humedad para quedarse dentro de nosotros. Sin duda, el sonido de la vida.